Tuesday, July 19, 2005

LO QUE NOS SEPARA

Vengo de un viajecito por Gringolandia. Nada fuera de lo normal en estos tiempos de globalización donde los viajes alrededor del mundo están a la mano de cualquiera con capacidad de pagar unos dólares y aprovechar el complejo sistema de recompensas que benefician a cualquier ciudadano globalizado medio.

Sin embargo, para un servidor, que jamás había podido salir de mi país y conocer la Grande Babilón (como le canta el Manu Chao) ha sido una experiencia reveladora sobre las complejidades de nuestro vecino. Quisiera decir que en este viaje me acompañaron un grupo nutridísimo (más o menos unos 60) periodistas de toda Latinoamérica.

Para quienes son viejos lobos de estos viajes por el vecino del norte el viaje no les supo ni a chocolate. Pero para quienes andábamos por tierras bárbaras por primera vez fue toda una revelación. Pensar que en un mismo país se pueden combinar las más poderosas fuerzas de la inventiva junto con la peor chabacanería y cerrazón mental no deja más que pensar que ese es un país de profundas (y quién sabe su resolubles) contradicciones.

Por principio de cuentas, la llegada al país te da una idea del calibre del miedo. Los filtros de seguridad, las revisiones inclementes, los chequeos insistentes y las preguntas insidiosas no dejan duda: los norteamericanos tienen miedo y mucho miedo. La sospecha se confirmó cuando encendí la tele en mi cuarto de hotel y el principal tema era la negativa del senado norteamericano de aplicar más recursos al fortalecimiento de la frontera sur. Por supuesto que el tema pasó absolutamente desapercibido en las pantallas mexicanas, pero las críticas eran inclementes: desde Fox News hasta CNN, pasando por MSNBC la crítica era la misma: por qué los demócratas (esos demonios liberales que atentan contra los mismos valores americanos) habían detenido esta iniciativa destinada a proteger a los buenos norteamericanos de los malditos teroristas.

Lo peor vino cuando me di al placer un poco perverso del "zapping" y comprendí en toda su magnitud los valores norteamericanos: dinero, ahorros, ofertas, más dinero, un programa de CNBC llamado Mad Money donde un tipo se la pasa gritando sus opiniones sobre diversas acciones. Desayunos de a 4.99, ahorros en hipotecas, más dinero. Camionetas SUV (de esas que chupan gasolina como esponjas) con super descuentos y comidas de mariscos con las delicias de las costas del Atlántico y del Pacífico en la mesa.

Podrán decir algunos que no soy otra cosa que un ardido y un tercermundista, pero lo cierto es que sus valores no me convencen. Y es que tanta obsesión por el dinero, por el éxito y por el triunfo los ha convertido en una sociedad sosa (lo cual sería una pecata minuta) pero donde las tensiones de todo tipo se encuentran al borde de la explosión. Y eso lo noté en uno de los lugares menos agresivos del mundo: en un Wal Mart.

Aparte de la impresión de ver rifles y pistolas a la venta como cualquier otra cosa, la gente exhalaba en ese ambiente de aire extremadamente acondicionado, luz intensa y mortecina. Los empleados caminaban como con furia, quizá deseando prenderle fuego a la tienda. Los cargadores arrastrando los carritos con una pesadez propia de quienes esperan agazapados la llegada de la revolución. Era quizá una paranoia mía, pero definitivamente me quedé pensando en que sólo el sistema legal de los Estados Unidos evita que la agresividad estalle como suele suceder en Latinoamérica, a la vuelta de la esquina.

Con esos miedos y paranoias ví el otro lado de la moneda... la forma en que organizan de manera ordenada y estandarizada su sociedad es impresionante. Son una máquina organizada que en movimiento puede producir en poco tiempo los mejores productos del mundo. Sus laboratorios de investigación, su arrojo al traer personas de las cuatro esquinas del mundo para que aporten sus cerebros al engrandecimiento de esta patria que a base de pura innovación mantiene al día su tecnología a muchos pasos por delante de los demás.

Así las cosas, con estos pensamientos es que llego a la patria y me encuentro con el desorden de todos los días y con la novedad de que Andrés Manuel López Obrador ha decidido (por fin) lanzarse al ruedo y arrojar sus ideas a la palestra. Como me lo imaginaba, prometió en 50 capítulos el oro y el moro: desde educación para todos hasta gasolina barata; desde la supresión de las pensiones de los expresidentes hasta becas para todos los discapacitados. Aún más: promete renegociar el TLC para que el frijol y el maíz no liberen sus aranceles en 2008 cojmo estaba prometido.

Sin haberme metido en todas las propuestas, veo que Obrador comete el error que Fox cometió: crear expectativas que no se podrán cumplir. Algunos me dirán que AMLO ha pensado las cosas bien y que le respalda sin duda alguna su gestión como jefe de gobierno capitalino le da una plataforma más sólida para prometer lo que dice cumplirá. Permítanme ser escéptico. La complejidad de lo que ofrece no parece ser objeto de cumplimiento con un congreso en su contra, como parece ser lo que terminará siendo el congreso que le acompañará desde el 1 de dicimbre de 2006.

Seguiremos con el tema.

Sunday, July 10, 2005

GUERRA EN LA PUERTA

Para Andrea Sweeney y los profes del British Coincil en estas horas complejas

No sé si las cosas tenían que ser así, pero me queda en claro que ahora el mundo se las tiene que arreglar en un mundo donde todos tenemos que ver el estado del terrorismo como antaño mirábamos el estado del tiempo. Me da muchísima pena saber que después de años de guerra contra el terrorismo las cosas no están muy lejos de donde comenzaron.

Evidentemente habrá quien diga que las cosas podrían haber sido mucho peores de no haber lanzado Occidente una ofensiva contra los terroristas. No lo sé, pero lo que me queda claro es que aún falta muchísimo tiempo antes de que podamos cantar victoria y presumir que vivimos en un mundo más seguro.

Quizá me lea un poco alarmista y amarillista, pero es un hecho que vivimos ahora una guerra que no tiene fronteras y cuya victoria parece más incierta que nunca. Después de que los británicos sufrieron una oleada de ataques terroristas, al igual que los terremotos; ahora vivimos bajo la amenaza de las réplicas. Y sin ser analista militar o cosa por el estilo, quisiera señalar un asunto. Aunque los gobiernos gritan que las cosas están bajo control y que los atentados no son más que estertores de los terroristas en fuga, el hecho es que estamos ante una crisis de consecuencias inciertas ya que con el paso de las horas conocemos detalles inquietantes.

El hecho que los indicios señalen que los terroristas no hayan muerto durante los ataques es prueba de que los criminales tenían un conocimiento vasto que sólo da una estancia prolongada en la ciudad, amén de que esto indica que están en posibilidad de llevar adelante más operativos terroristas. El uso de explosivos militares también es una señal de que se tiene un considerable conocimiento de estos materiales, por lo que se puede especular que los sistemas de entrenamiento de los terroristas prosiguen con una capacidad operativa considerable.

Aún más. El haber realizado este atentado sin que los servicios de inteligencia del Reino Unido (afamados por su eficacia) se hayan enterado de lo que iba a suceder habla de una perfeccionada capacidad de operación encubierta. El que casi a media semana de ocurridos los hechos no se tengan pistas que lleven a los responsables del atentado habla de que la eficacia de los asesinos se ha perfeccionado incluso al momento de armar sus mortíferos artefactos sin falla y sin que nadie los haya detectado.

Finalmente, la última de las pistas que sale a la luz y que se refiere a que la responsabilidad de los atentados recae en personas de nacionalidad británica. Este punto denota una extremada delicadeza debido a que los sistemas de control de migración para detener terroristas foráneos han quedado absolutamente inutilizados por lo que ahora se abre el camino para que los gobiernos aprieten el cerco ala poblacion civil, sometiéndola a estrictos controles.

El propósito de todo terrorista (interrupir la vida cotidiana de los ciudadanos inocentes) ha sido cumplido a cabalidad y aunque los británicos han recuperado buena parte de sus espíritu de sobrevivencia que data de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, queda claro que esta guerra contra los terroristas no se ha detenido y quizá apenas estemos en el quicio de una nueva escalada de consecuencias desconocidas.

Ya en el terreno de la política, estos atentados y el clima de inseguridad presentan un escenario desconocido (y poco agradable) para el gobierno de Tony Blair. Con esta escalada violenta, el movimiento popular en contra de la guerra en Irak puede volver a hacerse presente, dadas las condiciones de inseguridad que pueden atribuirse a la participación del Reino Unido en la invasión a Irak. Desafortunadamente a estas alturas del partido con un avispero tan embravecido, no queda duda de que la guerra se extenderá por el mundo sin que alguien pueda hacer algo real por detenerla.