Wednesday, November 15, 2006

NO A LA INDUSTRIA DE LA LASTIMA

La industria de la pedigüencia nunca ha sido mi favorita. Durante mis trayectos a lo largo y ancho de la ciudad casi siempre me topo con dos o tres personajes en el microbús o vagón del metro que tripulo, haciendo la siguiente rutina:

1.- Se colocan hasta adelante o hasta atrás del vehículo.
2.- Comienzan en voz alta una retahíla de razones de su mendicidad, que van de la incapacidad física, pasando por los antecedentes penales y el uso libre de una suerte de chantaje que dice, más menos lo siguiente: “acabo de salir de la cárcel, no me obligue a regresar con varios muertos a cuestas”. Se entiende que los potenciales muertos somos nosotros.
3.- Pasan la charola, ofreciendo cualquier chuchería a cambio de nuestras cooperación: desde una paleta, pasando por algún adefesio de peluche o un llavero recién recuperado de la basura.

No me queda claro aún para quien es la lástima, para uno por dar dinero a indigentes o de los indigentes hacia nosotros, potenciales víctimas del matadero.

No sólo yo, sino que todos solemos bajarnos del microbús mentando madres de este semiatraco, tanto por la violencia retórica empleada como por la mendicidad y ocio que se promueven a través de esta práctica. No es nueva la queja: ya desde finales del siglo XVIII Joaquín Fernández de Lizardi en El periquillo sarniento, se quejaba de las bandas de mendigos fingidos que asolaban las calles de la capital de la Nueva España.

Y bueno, eso es la queja común pero, ¿qué pasa cuando el mendigo tiene cara de pantalla de televisión y no recurre al chantaje sino a la exposición de patetismos y miserias humanas para sacar una lana “a beneficio de”?

El resultado es el Teletón.

Ya diez años han pasado desde que una iniciativa para construir centros de rehabilitación para niños con alguna deficiencia mental se cristaliza cada diciembre en una megatransmisión televisiva que lleva como propósito la recolección de dinero y que suele llevar ante las pantallas los esfuerzos de docenas de artistas, deportistas, newscasters y demás fauna del espectáculo mediático para que millones de personas lleven la lana que puedan a la sucursal favorita del banco oficial del evento y así contribuir a la construcción del siguiente centro de rehabilitación.

Hasta allí santo y bueno. Yo no estoy en contra de que alguien se esfuerce en hacer algo de beneficio social, pero año tras año, en el ánimo de excitar la piedad pública, se recurren a elementos más y más grotescos: desde la descripción gráfica de los casos más miserables que se pueden encontrar, pasando por la presentación en vivo de niños en estado lamentable que narran entre escurrimientos de baba y temblores la miseria de su existencia. Y créanme, no es cinismo, sólo es desagrado por los recursos que se emplean para que el público se conmueva.

Y vaya que se conmueve. Si no mal recuerdo, tan sólo el año pasado se donaron más de 400 millones de pesos de empresas y particulares que dieron cantidades varias de dinero. Sin embargo, después de que el dinero pasa a las cajas del banco oficial del Teletón (Banamex, pues), desaparece del ojo público. A través de su página web sólo se expresa que tres empresas auditaron los recursos… sin poner a la disposición del público dichas auditorías. No digo que se estén transando la lana, pero no me parece en absoluto correcta esta falta de información.

Además de otro punto, por lo menos oscuro: nadie sabe cuánto cuesta organizar el Teletón. No sabemos (debido a la falta de información) si el costo realmente es una donación desinteresada de las docenas medios que participan o si se cobran los “desinteresados servicios” a su particular saber. Y por cierto, ¿qué no existen dos secretarías (Desarrollo Social y Salud) cuyo trabajo es precisamente atender estos problemas? ¿Qué no existen legislaciones que combaten la exposición de niños a situaciones avergonzantes o humillantes como las que ocurren a lo largo de 24 horas durante el Teletón? ¿No es acaso promover la mendicidad hacer estas cosas, cuando lo que hacen los pedigüeños de los camiones lo condenamos severamente?

Preguntas jodonas nomás.

Y por supuesto que es mi personal, individual y arbitrario punto de vista.

Apunte político: El PRD a las barricadas
Como dice la canción de la resistencia española

Diez mil veces que los tiren,
diez mil veces los haremos.
Tenemos cabeza dura
los del Cuerpo de Ingenieros.

Y el cuerpo de los fapistas (aglomeración del PRD, el PT y Convergencia) se lanza de cabeza a una batalla pírrica en el mejor de los casos, y perdida definitivamente si quieren verse apocalípticos. La intención de joder la toma de protesta de Felipe Calderón será quizá la hoguera que marque el destino de su asociación. Si de antemano saben que tal desaguisado no suspende ni detiene la presidencia de Calderón, sólo se explica el acto desmadroso anunciado por las ganas de desquitarse “a posteriori” de su derrota electoral.

No sé si los fapistas lo han pensado, pero todas las imágenes que se generen ese día serán usadas de amplia e intensa forma en las campañas electorales que ocurran en los años por venir. Una y otra vez miraremos las escenas del zafarrancho y las vejaciones a las que sometan al presidente electo (ni modo, así lo dice la corte), los diputados procalderonistas, los fapistas y en una de esas hasta el público de gayola.

Las iniquidades fapistas contra la institución presidencial (que pese a los intentos de demolición del casi expresidente Fox, sigue en pie) y las incomodidades que hemos pasado por su muy particular forma de entender la democracia (un poco al estilo Bush), imponiéndola a la fuerza a punta de bloqueos y actos de “resistencia pacífica” (que dudo estos apóstoles de la democracia soportaran estoicamente si se los aplicaran a sus oficinas, casas, tiendas y templos de culto religioso) son cuentas que se cobrará el electorado a su tiempo. Nada se olvida más lentamente que un agravio, dicen que dijo Martín Lutero.

Aunque me tiren el puente
y también la pasarela
me verás pasar el Ebro,
en un barquito de vela.