Thursday, September 30, 2010

CANCION DE LA MAÑANA

Byakkoya no Musume

Takaku sora syu ni some hi no moeru gotoku no kumo moyou
Ano hi ya ano hi ya ano toki ni nakusita michi wo mise
Kurikaesi yume ni fuku kaze wo oi toki wo kudari
Kawa zoi ni kawa zoi ni mimo shiranu shihuku no hana wo mita

High up in the sky, dyed in vermillion, clouds arise like a fire burning.
It shows you the way you lost on that day, on that day.
Chasing the wind blowing repeatedly in your dream, you go down the flow of time.
Along the river, along the river, you saw an unknown flower of felicity.



-- Desde Mi iPad

Saturday, September 25, 2010

Despertar

Ha pasado más de un año y me entero de que finalmente, la muerte de Alí ha sido castigada. Su asesino recibirá más de 40 años en prisión.

Claro, quedan las apelaciones y otros recursos legales. Quedan más escalones aún para decir que este episodio ha terminado, pero podemos decir que para efectos prácticos el asunto ha concluido.

Pero queda una duda quemante. ¿Por qué?

A un año de la tragedia no hallo la razón que justificara su aniquilación. Sigue el agujero de la memoria de sus últimos días. Se que difícilmente puede vislumbrarse el motivo profundo de un asesinato, que las nieblas de la sinrazón siempre nublan la voluntad en la hore de cometer un acto tan brutal y definitivo.

Pero quedan preguntas. ¿De verdad nadie pudo haber previsto un acto así? ¿Acaso todo sucedió por sorpresa realmente? ¿No hubo signos ominosos? ¿Amenazas? ¿Nada?

Y esa es la nada que me queda. Un asesino en la cárcel. Una poetisa aniquilada. Amigas que la recuerdan por las consignas que defendió y en la última fila de butacas me hallo yo.

Decidiendo terminar las últimas piezas del rompecabezas o dejar mis preguntas y mis lamentos de una vez por todas en los archivos de la memoria.

Hacer lo que hice desde mucho tiempo. Resumirla en una onomatopeya.


-- Desde Mi iPad

Sunday, September 19, 2010

FOTOGRAFIA DE UN PUNTO FIJO


Era domingo de otoño, pero ya rozando el invierno.

Caminábamos por Paseo de la Reforma. Callados. Eran nuestras primeras citas y apenas nos estábamos conociendo. No dejaba de maravillarme que una chica como ella aceptara estar a mi lado, cuando lo único que tenía en mis bolsillos eran promesas de un futuro que acababa de decidir.

Después de no ver una película en la Casa del Lago de Chapultepec, pensaba en un plan B. Pensé en que era buena idea ir al mirador de un rascacielos que estaban terminando de construir. Poca gente sabía de su existencia, pero se me hizo interesante. Se lo propuse y ella no se negó.

Así, pagué los boletos y subimos al último piso (que hoy alberga un club de potentados). Casi no había gente. La tarde moría en las últimas horas, pero yo estaba alelado con su belleza. Cómo no estarlo de una chica que apenas acababa de cumplir 18 años y que todavía tenía bracketts en los dientes.

Y así. El atardecer declinaba y conmigo llevaba una cámara fotográfica digital (quería tener una imagen de ella, para que no olvidara los sentimientos que nacían por ella en mí).

Pero tenía miedo de fotografiar una chica. Apenas faltaban un par de años para que los celulares con fotografía se volvieran un acompañante cotidiano de nuestras vidas y penas. Quizá pensaría que estaba siendo demasiado curioso. Pasaría tiempo antes de que le dijera lo que sentía, años antes de nuestro primer beso, de nuestro primer encuentro verdadero.

Así que, aproveché el atardecer para tomarle una foto al horizonte, al atardecer. Ella estaba a mi lado y no dijimos nada en ese momento.

Ahora, cuando está por pasar un año de tu ausencia, es poco lo que me queda de ti. Sólo recuerdos que se oxidan y adquieren la textura de sueños borrosos. Sólo una voz perdida en un buzón telefónico. Una imagen que se disuelve, las memorias de momentos que pierden su forma. De pronto todo se va disolviendo en ese material llamado tiempo.

Y en ello se vuelcan quizá los momentos más dulces que tuve. Se van perdiendo paulatinamente. Salvo por los rastros de tu nombre que habitan el edificio de la Hemeroteca Nacional, de los bytes que flotan en Internet y quizá de los recuerdos que habitan otras personas que te amaron y que amaste y para quienes significaste mucho, o algo.

Y por eso, rescato la fotografía de aquella tarde, para que, aún cuando el tiempo siga su inexorable camino, quede tu espíritu fijado en un pequeño pedacito de información. Que se sepa que pasaste por el mundo y que dejaste huella y que pongo esto para que no se olvide lo que vivimos, lo que sentimos, lo que miramos, lo que dijimos.

Que no se olvide que pasaste por el planeta, que estuviste en el mundo y llenaste mi existencia de horas de felicidad.

Que viviste aquí. Y que te amé aquí.