Tuesday, December 27, 2011

INSTANTE TAN BELLO

Lo he dicho incesantemente, lo importante son los instantes. Las grandes palabras, los conceptos etéreos suelen terminar como eso, como una sesión de anhelos disueltos en la amargura de la realidad desoladora.

Sin embargo, hay momentos que iluminan en su sencillez. Así es como pueden pasar algunas horas, pocos momentos para recuperar las complicadas relaciones que la vida le depara a quienes estamos enredados en la tarea de existir.

En pocas horas, una de esas imágenes, de tantas que pasan por mi escritorio se materializó en el plano de la realidad. No era algo que buscara con demasiado afán, pero sucedió. Todo con una tonada de Lou Reed en el fondo del atardecer... just a perfect day.

Desde que llegó con su pantalón entallado, su juvenil sonrisa de 19 años... y su modesto regalo dulce entre las manos. Fue una sorpresa, una suerte de obsequio a compensación de lo vivido en meses y años atrás. Pero la belleza del momento no terminó allí. De hecho se prolongó a lo largo de las horas que compartimos.

Como buen catador de caricias que he sido a lo largo de los años, he aprendido a conocer las tonalidades que pueden tener los labios y la piel tibia. Para mi sorpresa, allí estaba su cuerpo estrechándose contra el mío de manera natural. Su mano pidiendo que la enlazara entre mis dedos y sus labios buscando los míos enmedio de la oscuridad impostada. Todo mientras la luz y el sonido parecían ocurrir en una película lejana, simultáneamente ajena y muy propia.

Como veterano de las jornadas del desierto, esperaba que de momento a otro el espejismo se desvaneciera. Que de pronto despertara ella y se diera cuenta que todo había sido una ilusión en su día de descanso. Pero no fue así. Contra todos los pronósticos, ella persistió en su sonrisa discreta y buscando por instinto el toque travieso de la piel. Incluso cuando caminamos por la acera, se detuvo por un momento, y sin más me abrazó sin decirme nada, con cierto dejo de emoción en su rostro antes de hincar sus labios en los míos.

Raro, muy raro. Era como si fuera, como si existiera en realidad un plan, una realidad detrás de todo ello. Como si no fuera una coincidencia la que me atrajo hacia ella una tarde anodina, como si realmente fuera, como si realmente existiera. Como si todo fuera no una proyección en la pantalla de los párpados, como si todo fuera sólido y no una figuración de la mente y los sentidos.

Pero no, por algunos momentos la realidad irrumpió en el dominio de la ilusión y pudo proyectar las sensaciones de lo que pareciera un sencillo, pero al mismo tiempo indeleble momento. Uno menos en la cuenta, uno más a la memoria que no olvidará las horas de su mirada buscando mis aliento y su piel estrechando la esperanza de un futuro que para ella es apenas un trazo en lo incierto.


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