¡Felipe Calderón!
Así es, con un cierre de fotografía, con una ventaja raquítica (menos de un punto porcentual) y enmedio de la madrugada más larga de los últimos años. Felipe Calderón ha terminado con la ventaja suficiente como para proclamarse dueño de la silla presidencial de aquí al año 2012.
Sin embargo las cosas no son tan sencillas.
El Peje, obviamente (e incluso, lógicamente) ha planteado que todo este asunto es un asalto en despoblado y que le han robado la victoria en las urnas. Está bien. Creo que está en su derecho hacer sonar campanas y matracas. Extraño hubiera sido que se fuese a su casa y pasar el resto del sexenio hamaqueándose desde su departamento en Copilco. Es más, creo que se le agradece todo el ruido que está haciendo y sobre todo, que decida recurrir a los tribunales, quienes al final del camino se encargarán de dar fe y levantar la mano al vencedor.
Todas las reclamaciones son bienvenidas y al tiempo ayudarán a espantar los demonios del fraude electoral y podrán certificar que, pese a ciertas torpezas comunicacionales, el IFE tiene una calidad certificada como ejecutor de elecciones cuya calidad queda más allá de toda duda. Aunque por el momento esto parece un paredón de fusilamiento, en realidad el reclamante le hace un carísimo servicio a la democracia templando la organización y ayudándole a mejorar en esos puntos desafortunados que fallaron en esta elección.
Sin embargo, creo que debe tener claro López Obrador que una vez que los jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación den su veredicto y este no le sea favorable, no deberá hacer olas ni mentar madres ni alevantar a las masas ni pedir tarjetas rojas o amarillas ni amenazar con voltear la mesa. Nada. Cuando esto termine, López Obrador deberá irse a su departamento a hamaquearse por lo que resta del sexenio. Y de seguro esto sucederá, no porque al Peje le falten ganas de seguir en el ajo, sino simple y sencillamente porque su delfín, Marcelo Ebrard se quedará con la jefatura del gobierno del DF, convertida ahora en una muy buena lanzadera de candidatos perredistas a la presidencia: primero don Cuatemochas, ahora el Peje... Ebrard ya debe estar haciendo cuentas regresivas.
Apunte político: un koan
¿Quién es el que carga su propio cadáver?
Al parecer el PRI es semejante a cierta película de serie B que vi y que trataba acerca de un hombre que debido a un accidente nuclear, vivía en un estado de desintegración permanente, semejando una suerte de montón de plastilina a medio derretir. Ahora que el antaño partidazo yace en la lona, algunos políticos de aquel partido no cesan de relamerse ante la contemplación de los restos frescos que yacen en la llanura.
Ya se aprestan algunos a tomar el mando de la nave hundida en la esperanza, ahora sí, recuperar el poder. Pero esto se ve más difícil que nunca. Ante la carencia de un centro de gravedad, los pedazos del PRI se desperdigan sin control por todos lados. Algunos gobernadores caciques ya reclaman sus parcelitas en el Parque Jurásico mientras que otros tratan de levantarse en pos de iniciar una guerra civil para purificar a dicha organización política de todo aquello que les haya arrojado a la derrota. Sobra decir que no contemplan arrojarse ellos mismos por la borda, pese a que son en buena medida responsables de la debacle que ahora protagonizan.
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