Tengo que decirlo: la actitud de Andrés Manuel López Obrador bordea el desvarío mental. Después de un par de semanas jugando con el asunto de que había ocurrido un fraude cibernético que le había borrado vitales sufragios en los territorios de la virtualidad (idea apoyada por columnistas que agregaban elementos de novela como la existencia de algoritmos malévolos y virus inyectados en alguna computadora endemoniana), ahora sucede que siempre no, que el fraude no sucedió por obra de hackers maliciosos, sino que todo fue un mapacheo a la antigüita, con urnas embarazadas y tacos de votos de por medio.
Con estas declaraciones, no sólo el propio Peje echa de cabeza a algunos de sus apoyadores más fervientes descalificando las porras de su propia tribuna, sino que también se pone las cosas más difíciles ya que, si un fraude electrónico es complicado de probar, un fraude en papel lo es más aún por el detalle de que toda la papelería electoral esta llena de mecanismos de seguridad (recuerdo al menos media docena entre foliaciones, marcas de agua, tintas reactivas a la luz ultravioleta, firmas de representantes de casilla y demás), amén de que cada uno de los proceso fue escrupulosamente vigilado por representantes de los partidos políticos, ciudadanos y al menos 20 organismos observadores del país y del extranjero, avalados ni más ni menos que por las Naciones Unidas.
En lo personal no me espanta que salgan a las calles de la Ciudad de México ni uno ni dos millones de personas. Al fin y al cabo la concentración humana más grande en la historia de la ciudad ocurrió hace algunos años cuando se llevó a cabo un desfile de personajes de Disney, que sacó a la Avenida Insurgentes a 5 millones de personas. Pero ya en el plano de lo serio, pienso que sacar a la calle a la gente ANTES de que el tribunal de su veredicto no es más que una forma indirecta de “mostrarle” a los magistrados el camino correcto.
Por supuesto que sacar a la gente a la calle no es más que una forma de presión. Que ese acto esté amparado bajo la Constitución bajo los preceptos de la defensa del derecho a la libre asociación y a la expresión es algo indiscutible. Sin embargo, esto de armar campamentos ciudadanos para apostarse a las puertas de los consejos distritales y seguir convocando a las multitudes cada domingo para “informarle” de lo que piensa el líder no me parece la mejor forma de mantener la legalidad de un proceso tan delicado estirando la cuerda más y más, como a la espera de que por algún lado salga la pedrada que iniciará todo.
Y ya entrados en estas cuentas, también me alarma el que para coordinar las labores de resistencia civil contra el supuesto fraude, se haya nombrado una comisión de personas que se encargarán de organizar las acciones. Esto me preocupa ni más ni menos porque deja al arbitrio de “el pueblo” las acciones a realizar, por lo que cualquier cosa que pase (buena o mala), sería responsabilidad de otros que no fueran el PRD y menos su candidato presidencial. Así nomás.
Apunte político: Víctima del Dr. Cerebro
¿Qué pasó con Don Carlos Monsiváis? El artículo escrito hace un par de semanas en El Universal (http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/34853.html) es una biliosa invectiva contra partidos emergentes y sumergentes después de las elecciones (especialmente el PRI, Nueva Alianza y Alternativa). A nadie sorprenden las mentadas de madre contra el expartidazo ni las sospechas contra el ente político fundado por la Maestra para darle un portazo al Madrazo.
Sin embargo, extrañan los señalamientos contra de Patricia Mercado, sobre todo porque proviniendo de un escritor que ha defendido tan denodadamente las otras sexualidades y ha colocado en el gran sitio que merecen a escritores denostados por su condición gay como Salvador Novo y muchos de los Contemporáneos, cae al menos pesado que quiera ajusticiar políticamente a una mujer justamente por su condición de política basada en el género. Además, López Obrador (ante quien dirigió un discurso el pasado domingo en el Zócalo) no me parece el mejor defensor de la alteridad sexual: su reticencia a colocar en la arena política el tema de las sociedades de convivencia (y escurrir el bulto con el argumento de que el pueblo decidiría lo mejor) no lo hace un gran caudillo en el tema de la alteridad de género.
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