Ampliando lo dicho en post anterior sobre la polémica que rodea el aborto, las cosas han subido de temperatura, apenas enfriadas por la llegada de la semana santa (por extraño que se escuche). Pero dentro de los diversos debates que han surgido, hay una arista sobre la que me quisiera detener, que es la voz de las mujeres, que en mi opinión no se ha escuchado lo suficiente dentro del debate.
A este respecto, quiero agregar una anécdota personal. A lo largo de los años, uno de mis mejores amigos y un servidor hemos conocido en la práctica profesional (jajaja.. ni yo me lo creí, pero es verdad) en diversas facetas el negocio de los table dance. No, no es que me haya convertido en empresario o me interese convertirme en uno. Para nada. Sin embargo, he podido platicar largo y tendido con algunas de las chicas que se dedican a este negocio de venta de calor para las pupilas y de caricias por una copa.
Sus historias (al menos de las chicas mexicanas con las que he conversado) está cortada por un patrón similar: niñas relativamente bonitas o de cuerpo llamativo y familia emproblemada llegan a la adolescencia y a la época del despertar erótico. Por muchas y ninguna circunstancia en especial, inician su vida sexual sin el conocimiento necesario y a los 15, 16 ó 17 años terminan embarazadas en dos versiones: o con una pareja que se hace ojo de hormiga o con una vida en común que pasa en semanas del romanticismo juvenil a los malos tratos, la inestabilidad económica, el machismo rampante y la violencia conyugal.
Pasan los años y otra vez por varias razones (el abandono definitivo de la pareja, la huída ante los malos tratos), estas mujeres terminan en el peor de los mundos posibles: sin educación, sin dinero, sin trabajo, en la calle y con la responsabilidad de sacar adelante uno o varios hijos.
Debido a que algunas conservan mucho o poco de la belleza de la primera juventud, en ocasiones la vida las deposita en las pistas de baile de los antros de esta y muchas otras ciudades del país, con el inicio de narrativas que no distan mucho de la vida de Santa, la prostituta inútilmente tratada de redimir por el ciego Hipólito en la novela de espíritu novecentista homónima de la protagonista: pleitos por la posesión de los hijos, pobreza recurrente, inestabilidad económica y emocional, y en ocasiones hasta visitas a los separos de las delegaciones por cualquier pleito de cantina, literalmente.
El acceso a un aborto informado y seguro, ¿habría cambiado sus vidas? Yo no lo sé y ni siquiera me atrevería a señalar que en modo alguno es una solución a sus problemas, pero al conocer sus vidas y el papel que en ellos ejerció la maternidad forzada pienso si el no despenalizar el aborto le está haciendo un favor a la industria del table dance al proveerla de un flujo constante de chicas emproblemadas que se unen (en la abrumadora mayoría de las veces a disgusto) a las filas de entretenedoras de hombres los viernes en la noche, cuando las esposas piensan que sus esposo están haciendo el balance mensual.
Irónicamente, como la vida misma, los extremos se tocan y los fundamentalistas prohibicionistas del aborto (y promotores de la mejor decencia) le están haciendo un enorme favor a una de las industrias que más detestan por inmoral e indecente.
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