Fue un desmadre.
Primero los legisladores se tomaron semanas enteras adicionales al tiempo que la misma Cámara de Diputados se había autoasignado para resolver el contencioso del reemplazo de tres consejeros electorales. Después, lo que se promocionó como un asunto de selección ciudadana terminó como rebatinga de los partidos políticos. En descargo a ellos me atrevo a decir que este siempre había sido un proceso partidizado, aunque quizá la culpa de ellos radica, básicamente en crear expectativas falsas. Gato por liebre, pues.
Y en segundo lugar, el asunto de fondo es que este proceso tan tortuoso tuvo como motivo de fondo aplacar los humos y los fuegos nacidos de la elección de 2006, con el fin de evitar que se repitiera el origen de tanta rebatinga: a saber, la ausencia del PRD en las representaciones del IFE. Quién sabe si algo así pudo haber parado la hostilidad política que aún se mantiene como fantasma ominoso, pero me queda claro que esta ausencia no ha facilitado las cosas.
Y obviamente, la parte política nodal de esto es amarrar al PRD al IFE para que no se vuelva a salir del huacal y llame a la resistencia civil pacífica o como quiera que se denomine su actitud de negar jurisdicción de la autoridad sobre las elecciones cuando estas no le favorecen.
Alrededor de esto creo que ha habido mucho ruido. Hay quien sostiene que sólo se dañó al IFE para darle con muchos trabajos gusto a Andrés Manuel López Obrador, quien desde ya se ha desmarcado de esta nueva configuración del IFE.
Sin embargo, habemos quienes pensamos que la estrategia detrás de este tema va mucho más allá de darle gusto a un excandidato presidencial.
Pienso que esta jugada ha logrado más de lo evidente. Por un lado, puso de manifiesto el verdadero peso de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador dentro del PRD; además, puso en evidencia la debilidad política del Frente Amplio Progresista, que tampoco pudo oponerse a la terna de consejeros y ni siquiera pudo establecer una postura conjunta al respecto.
A mediano y largo plazo, esta nueva configuración del IFE también deja beneficios. Por lo pronto cierra la puerta al descontento generalizado que pudiera presentarse por la inequitatividad del IFE en las elecciones que pudieran realizarse en los próximos años (hasta bien entrado el sexenio que sigue). Además deja abierto un canal de comunicación con la oposición izquierdista para negociaciones sobre las reformas que el gobierno calderonista se ha propuesto, y que se mantendrá al menos hasta el final de la presente legislatura, gane quien gane las elecciones internas en el PRD.
Además, pese a la histeria intelectual acerca del IFE, realmente no es un tema en la agenda del público. De hecho el único contacto directo del IFE con la población sólo sucede cuando hay que sacar - reponer - modificar la credencial de elector; mientras este proceso siga corriendo eficientemente, la población podrá vivir tranquilamente con el IFE dirigido por el Tigre Toño, si tal cosa sucediera.
Calladamente, la administración de Felipe Calderón crea el escenario para lo que será muy probablemente su verdadero trienio, a saber, después de las elecciones de 2009.
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