Un PRI fuerte, sin ataduras con el pasado será quizá la mayor amenaza a la democracia mexicana. Y eso quizá sea el mayor problema que enfrentaremos en los años por venir, sobre todo porque, nadie parece ver el peligro, y peor aún nadie parece estar viendo que una cosa tan ominosa se asoma por el horizonte.
Y es ominosa por la sencilla razón de que un PRI restaurado volverá para reventar los escasos amarres que lo han mantenido a raya. Me imagino perfectamente un gobierno priísta enmendando las leyes de transparencia para devolver las tinieblas al ejercicio público.
Me supongo un gobierno priísta que como prestidigitador saca del sombrero un conejo con alguna suerte de feria o de dádiva populista mientras se enquista más con los intereses monopólicos del país. Un gobierno priísta capaz de tomar las leyes de competencia como garrote y comenzar a cultivar a sus preferidos mientras tunde a quienes no sean de su agrado.
Un PRI, que con gran facilidad pone contra la pared a todos los partidos políticos con sólo mover un dedo: un gesto y los partidos no saben qué hacer con la propuesta de autorizar la eutanasia activa en el Distrito Federal y hasta el PRD se ve a sí mismo como un partido de paja, sin ánimos ni sentido de nada.
Así, no habrá quien los pueda sacar de lado alguno.
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