Wednesday, December 02, 2009

ESPEJO INCÓMODO EN IZTAPALAPA

No le entendía mucho al refrán que dice que la historia es una tragedia que se repite en tono de farsa... o algo así. El asunto es que, este rey chiquito instalado en Iztapalapa llamado Juanito, se ha convertido en un buen ejemplo de lo racistas y estereotipados que somos los mexicanos en el fondo.

Juanito no es alto, no es guapo, no es güero; no se le conocen estudios universitarios ni preparatorianos ni nada por el estilo. Su habla es tartajosa y su elocuencia escasa. Y para colmo su apariencia no responde a los estereotipos de belleza aspiracional de esta nación: es chaparro, panzón, moreno, de cabello negro que decora con una banda tricolor.

Come tacos de chicharrón y tamales en la calle; no se niega a una cascarita callejera y no duda en posar junto a fisicoculturistas o llevar una estatua de sí mismo a comer y al sitio donde se hospeda.

Un naco, pues.

Pues bien, ese naco, con todas las taras que le quieran poner encima logró arrebatarle la delegación más importante de la ciudad más grande del país al político más hábil que la izquierda posee entre sus filas.

Hay una teoría que dice que este hombre es un mono de paja, que por una combinación de malas decisiones políticas y tortuosidades judiciales quedó con la delegación Iztapalapa en sus manos y que se la ha pasado dando tumbos cual bola de voleibol, volando de unas manos a otras.

Sorprende a los especialistas que un hombre que demuestra tan pocas luces haya tenido los huevos para desdecirse de su promesa justo a quien menos se lo hubiera imaginado: a su patrón ideológico y mentor espiritual.

La explicación del fenómeno casi siempre se ubica en su propia maleabilidad: se dice que oscuros conspiradores le hablan al oído, le prometen paraísos o le amenazan cual si fuera un crío con llevarle un policía.

Yo, siguiendo la teoría de la Navaja de Occam, me iría por una explicación más sorprendente: detrás de Juanito está Juanito. Es decir, salió más cabrón que bonito.

Sin respaldo académico que le valga, el ahora delegado aprovechó algo que la gente suele olvidar y más aquellos que ejercen cualquier tipo de poder: en la circunstancia adecuada, el destino está en manos de segundones.

Los recaderos que llevan las instrucciones de batalla, los informantes que ponen el dedo acusador entre las sombras, los asistentes que miran al patrón caer a solas en un ataque cardíaco. Esos son los que tienen la capacidad de liberar al héroe de sus ataduras o de precipitarlo al caldero hirviente.

Me temo que desde la izquierda, en uno de sus usuales arrebatos clasistas, se pensó que un hombre de extracción humilde podría ser un tornillo al servicio de maquinarias que estaban más allá de su comprensión. Que con unas palmadas en la cabeza, como mascota política, el hombre cedería el bien que le había sido conferido sin chistar ni remilgar.

Y no lo hizo.

Si me lo preguntan, diría que Juanito, sin más que su instinto político, ha enseñado una lección a quienes ejercen el poder: a un hombre siempre debes ofrecerle una salida decorosa. Quzá eel supo desde el inicio que esa oportunidad dorada sería única en su vida y que mal haría si no la aprovechaba pues sus manejadores seguro lo hubieran arrojado a la primera alcantarilla para que siguiera debatiéndose en la miseria a la que irremediablemente volvería.

Así las cosas, más bien es de extrañar la pendejez de la izquierda que al buscar su tonto inútil se halló a su Némesis.

Y así.

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