Es claro que esta medida tiene por objeto cerrarle al crimen una puerta. Pero de esos millones de líneas telefónicas inidentificables había algunas que no se identificaban por razones ajenas al delito. Razones íntimas y quizá ínfimas. Pero así era.
Yo me pregunto:
- ¿Cuántos amantes no podrán contactarse ya?
- ¿Cuántas llamadas a las tres de la mañana no podrán hacerse más?
- ¿Cuantas citas clandestinas no podrán acordarse entre susurros?
- ¿Cuántos secretos ya no podrán ser transmitidos al amparo de los pulsos decodificados?
Algo se gana, un poco se pierde. Son las transas de la vida digital.
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