Los analistas políticos se han pasado buena parte de las pasadas semanas lamentándose del desmadre en que se ha vuelto la vida en Oaxaca. Las principales lamentaciones van hacia la inacción del gobierno federal para hacer algo, sea una medida de fuerza definitiva o la remoción del gobernador de Oaxaca.
Un problema de nuestra trancisión política.
No hay que buscarle mucho, en tiempos del PRIato, los presidentes removían gobernadores cuando les era conveniente. Debido a que el Poder Ejecutivo tenía el poder para declarar la desaparición de poderes en el estado, en unas cuantas horas podía echar gobernadores que estuvieran enfrascados en problemas, que protagonizaran escándalos demasiado sonoros o que simplemente, ya no fueran de la conveniencia bajo las condiciones políticas del momento.
Ahora que esos mecanismos han sido desmantelados (fuera por las buenas o por las malas), ahora ha sucedido que no hay mecanismos que permitan que gobernadores en problemas puedan salir (o ser echados) de sus oficinas de manera institucional. De esta manera, tenemos personajazos como el góber precioso de Puebla, el gobernador amoroso de morelos (que empleaba helicópteros para pasear en nombre del afecto) y el gobernador de Oaxaca (cuya gubernatura itinerante ha llegado a los extremos vergonzantes de ejercer desde jardines de fiestas y salas de casas de amigos).
Desafortunadamente (para la población de sus estados), no hay forma de hacer que suelten el hueso al que se aferran: sin mecanismos legales para sacarlos (debido a que el mecanismo que queda se encuentra en manos de los congresos estatales que estos señores controlan con gran señorío), estos gobernadores, desprestigiados, en apuros e incluso bajo el escrutinio legal, pueden ejercer sus gobiernoe (o más bien sus salarios) sin que puedan (o siquiera deseen) ejercer el trabajo para el que fueron contratados.
Y así, tenemos al góber precioso, ventaneado, balconeado e incinerado por la opinión pública nacional ante el escándalo de verse involucrado con personajes nefastos que ejercían los negocios en trueque a favor de la defensa de indefendibles criminales sexuales. Pero los adjetivos calificativos le valen gorro. El se encuentra sonriente despachando, pues sabe que desde la Ciudad de México le pueden llover los anatemas y las rechiflas por el escándalo, pero mientras el gobernador siga siendo el rey chiquito de su entidad, en el mundo de lo real, nadie podrá tocarlo ni con el pétalo de una rosa y podrá seguir tan campante.
Irónicamente, algunos de los demócratas que alaban nuestra trancisión democrática se lamentan por lo bajo de que la caída del autoritarismo haya dejado la puerta abierta para que seres detestables o de plano delincuentes puedan mantenerse en el cargo. En los costos que hay que pagar por la democracia se encuentra esta falla sistémica que amenaza por crear satrapías estatales donde personajes como Arturo Montiel pudieran medrar, amenazar con sus gubernaturas y hasta darse algunos gustitos inmobiliarios.
Apunte internacional: El espejo de Tailandia
Del otro lado del mundo las cosas andan movidas: el Primer Ministro de Tailandia fue echado del poder cuando andaba contento de la vida dando su discurso ante las Naciones Unidas. La historia en breve: un político - empresario carismático y con mucho dinero llega al poder después de prometer la redención a los pobres y a los campesinos.
Las acusaciones de corrupción menudean en su gobierno, aunque se sostiene gracias a las promesas de redención a los pobres. El tiempo pasa, las protestas crecen y tras una elección llena de oscuridades y acusaciones de fraude, el primer ministro se reelige. Sin embargo, un acto que parecería ser inocuo (vender algunas de sus empresas sin pagar impuestos por ello), finalmente los militares deciden realizar una acción quirúrgica: aprovechan la ausencia del primer mandatario para echarlo del poder.
Irónicamente, su pueblo tan amado y tan protegido no mueve un dedo para evitar que le quiten el poder, y viendo todo el asunto perdido, mejor tomó el avión rumbo a Londres, donde por lo visto residirá el resto de sus vidas. ¿Y Tailandia?
La lección parece evidente: Dios nos libre de nuestros libertadores.
Y tan tan.
No comments:
Post a Comment