Descomprimido. Así me siento después de una semana de trabajo. Una disculpa para mis amigos a quienes ya no les pude cumplir las chelas prometidas (especialmente a las Srita MarSan). Se que no me creen y piensan que me hago el interesante. Sin embargo, este trabajo mío me condena a modificar mi agenda hasta dejarla irreconocible.
En fin, espero resanar las faltas cometidas pronto. Sin mencionar lo que mis editores desean.
Ahora bien, pasemos a lo que sigue.
TERROR
El terror de nuevo entre nosotros. La audacia de los terroristas y su violencia es impresionante. Más impresionante aún cuando, a más de dos días de la tragedia, las autoridades aún no hayan podido vencer a los asesinos.
Más perturbador porque lo que ha pasado en Mumbai denota algo de muchas ciudades sobrepobladas del planeta (incluyendo mi Ciudad de México). Su incapacidad de asegurar a sus millones de habitantes.
Y no es por ponerse paranoico, pero cada vez que me sumerjo en las profundidades del metro me doy cuenta de que uno puede meter lo que sea al metro. Según el reglamento... ¿el reglamento? Resulta que el Metro de la Ciudad de México no tiene reglamento. Así que bien podría meter un hacha, un machete o un cóctel molotov sin que nadie me diga nada.
Es verdad que las grandes ciudades del mundo no están preparadas para estos menesteres. De hecho sólo grandes tragedias como los atentados del 11/S en Nueva York o los atentados con armas químicas en Tokio, es que las autoridades se dan cuenta de los agujeros de sus sistemas de seguridad y toman acciones.
Afortunadamente la ciudad ha sido inmunes hasta hoy. Sólo ruego que así sea.
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