Sencillo, en el patio de la casa apareció la primera cucaracha del año. Mi hermana me gritó aterrorizada mientras cenaba en la cocina. El acto de matarla requirió destruir una escoba y muchos gritos de por medio. En lo personal no me espanto. En alguna parte leí que los seres humanos nunca estamos a más de tres metros de uno de estos lindos insectos.
Y justamente esto se enlaza con otros temas. Hace un par de noches veía por enésima vez las imágenes de focas muertas a garrotazos en el helado norte de Canadá. No son imágenes agradables sobre todo porque usualmente uno se tiene que aventar primero imágenes de estos gorditos animales con sus enormes ojos y esponjoso pelaje que al parecer presentan una mezcla irresistible de ternura y compasión.
Corte a las escenas de la cacería: hombres vestidos de colores llamativos (predomina el rojo) golpeando estos animales en la cabeza con un garrote mientras se les quedan mirando con una dócil sumisión. Luego el horror, los golpes prosiguen hasta que la foca se supone está muerta. Afortunadamente los noticiarios nos salvan de las escenas más terribles (el desollamiento del animal sobre la nieve), pero como ominosa conclusión y antes de pasar a la siguiente pieza se muestra el hielo teñido de rojo, como una muestra de nuestra barbarie hacia la naturaleza.
Una pieza redonda, diría un profesor mío. Sin embargo la cosa no es tan sencilla. Mi primera pregunta surge cuando veo que esto sucede en Canadá, una nación de las más civilizadas del mundo permita que suceda esto. Así que me puse a buscaralgunos links sobre el tema y me encuentro con lo siguiente:
- El gobierno canadiense autoriza estas cacerías y las regula desde hace un par de décadas.
- El mismo gobiern autorizó para esta temporada la cacería de 250 mil focas en las provincias atlánticas del país.
- De acuerdo con la International Union for Conservacion of Nature and Natural Resources, estas focas no están en riesgo de extinción.
- En un reporte de veterinarios canadienses indica que los garrotazos son el método más apropiado para disponer de estos animales.
Ahora, con esto en mente, me pregunto si el horror gráfico tiene que ver más con la apariencia de los animalitos que realmente con el impacto ecológico de esta práctica. Con sus ojos grandes como si fueran animales de peluche y sus apariencia llena de ternura, creo que es lo que a la gente le aterroriza. Sin embargo, como le decía a mi hermana, ¿qué pasaría si estos animalitos tuvieran con ese tamaño la apariencia de una cucaracha o alguna otra criatura de las que consideramos espantosa?, ¿mostraríamos el mismo horror piadoso?
Quizá el problema es que en nuestras sociedades urbanas, donde nunca hemos visto un animal salvaje y ya no sabemos cómo es que nos allegamos los recursos que nos visten o nos alimentan, es que nos entregamos a la piedad sin motivo y sin razón.
Pero abundaré luego sobre el tema.
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