Saturday, June 14, 2008

BERLINETAS

Mientras sobrellevo conmigo las 11 horas de vuelo entre Frankfurt y México me pongo a pensar en que es la primera vez en mi vida que me subo a un Boeing 747 Jumbo. Es un enorme animal y cuesta trabajo pensar que puede elevarse por el aire de una forma tan grácil y que la competenca ya está trabajando en un reemplazo aún más voluminoso.

Pero bueno, después de pasarme unos días en Berlín es que puedo pensar con tranquilidad (como casi siempre trato de hacerlo) referente a las cosas que he vivido y por las que he pasado.

- Caminando por la puerta de Brandemburgo no puedo dejar de pensar en hace apenas un par de décadas ese lugar era tierra de nadie, rodeado por el muro de la ciudad y resguardado como si de una fortaleza se tratara. Justo ahora recuerdo que la primera noticia de mi vida de la que tengo referencia fue justamente esa, la caída del Muro de Berlín, un muro del que ahora sólo quedan unas piezas sueltas y una linea trazada en el piso de algunas calles de la ciudad.

- Los inmigrantes. No me hubiera dado cuenta de que existían hasta que en la noche salieron miles de ellos a festejar el triunfo contra Suiza con las banderas rojas de la luna creciente y la estrella. No podría dar ni siquiera el más somero de los veredictos, pero creo que Alemania, pese a su pasado terrible y triste es uno de los países que mejor ha podido integrar a sus inmigrantes, aunque claro, me imagino que no será la arcadia.

- La confianza. ¿Cómo explicar el desarrollo de Alemania? Lo único que me viene a la mente es la confianza de su sociedad en cada uno de sus miembros. El metro de la ciudad no tiene torniquetes de acceso, las bicicletas se dejan en la calle sin amarrarlas con cadenas y la gente camina despreocupada. Uno de los museos que visité advertía que estaba en la zona más sordida de la ciudad... ¡estaba a dos cuadras de mi hotel y no me había dado cuenta!

- La culpa: Pese a todo, Berlín es una ciudad que trata de olvidar. De olvidar su pasado socialista; de olvidar el haber sido sede de uno de los regímenes más brutales en la historia de la humanidad. El memorial al holocausto diseñado por Daniel Liebeskind reluce ante el tibio sol veraniego, pero definitivamente emite una ominosa aura, como si fuera la caja que contiene el mundo devastador de Hellraiser y que un día de estos podría abrirse desencadenando el horror. El edificio a medio pelar del Bundestag comunista que el gobierno berlinés no pudo derruir y que ahora intenta transformar en algo útil. Unas modestas cruces en el parque frente a la Puerta de Brandemburgo recuerdan a los caídos del muro de Berlín y denuncia que la ciudad no desea construir un memorial al respecto. Berlín quiere darle la vuelta a la página, o al libro entero

- La belleza. Se habla de la frialdad de los alemanes, pero con quienes me tocó interactuar son más afables que el mexicano promedio. Y a quien le gusten las rubias, ya sabe a donde dirigirse.

- La comida. En ese aspecto si puedo decir que me fallaron. Tuve que salir a la calle a comerme una salchicha, que por cierto estaba bastante decente. De las cervezas, recomiendo ampliamente Paulaner, lo más cercano a una cerveza alemana que podrán comprar en este lado del planeta. No es que mañana vaya a dejar de tomar Negra Modelo, pero creo que ya tenemos una marca mejor en el mercado.

- La distancia. Siempre existe esa posibilidad de elidirme de mi personalidad, de pensarme en los términos de una destrucción que tuvo lugar muchos años atrás. Un poco como Berlín, las cicatrices han sido reemplazadas por cosas mejores (este viaje, por ejemplo), pero de fondo queda la estrategia maestra: disparar sólo cuando es necesario, apuntar dos veces y no dejar espacio a otra cosa que no sea el escape de la devastación.

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