Con todas mis fuerzas grité:
AAAAAAAAAAAAAAAA
El pobre doctor quedó lívido y mi madre apenada.
Han pasado décadas, ya no voy tan seguido al doctor (desde que me extrajeron las anginas al final de mi infancia), pero curiosamente, vuelvo a recordar la lección de mi madre, que me lo recordó todo el camino de regreso una tarde de faringitis y nieve de limón.
Modúlate.
Y en esas ando. Aunque la letra quisiera salir desbocada y sin control, una vez más tengo que respirar lentamente, relajarme antes de abrir la boca y decir.
A
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