WHY?

Quien dijera que una tarde anodina se volvería repentina con sólo un acto de tecnología.

Así es, hoy, justo cuando cruzaba las venas de la ciudad, dos timbrazos a las 15 horas.

Tres timbrazos y contesto.

Es A, es decir, la diéresis.

Ni siquiera le reconocí la voz. Pero ella era. Inconfundible y quiza sonriendo del otro lado del auricular.

Me llamaba tras una larga ausencia. Hago cuentas y ha pasado casi media década desde el desencuentro final una tarde de agosto.

Der untergang, era la película.

Una tarde que me enseñó muchas cosas que pensaba deconocer. Una tarde que me enseñó los básicos de mi tiempo.

Me mostró lo costoso de abrir la puerta a otros. Me convenció del poder devastador del rechazo. Y en lo personal, fue el final inevitable de la inocencia adolescente que me persiguió por tanto tiempo.

Fue un final definitivo. Pero hice algo diferente. Harto de salvar a la princesa, dejela en manos de sus dragones y le devolví su mechon de rizados cabellos.

Acto seguido, alcé el machete para, de un solo tajo, cortar mi alma derecha. Tal y como dijo Hannibal Lecter: esto me va a doler más a mi que a ti.

Así lo hice.
Y así dolio

Y henos aquí, contestandole amablemente. Que hace dos años regresó de su exilio voluntario. Que está preparando su tesis. Que perdió sus archivos poéticos pero que lentamente los está recuperando.

Que me estuvo buscando, pero no me pudo hallar hasta que la casualidad le mostró mis viejas coordenadas. No la culpo. Me he parapetado bien en mi atalaya cerril, mi Yásnaia Poliana.

Que si podíamos platicar y hablar. Que si me era dado reunirnos. Como si no hubiera pasado nada.

Mi paranoia personal sugiere sencillamente, algo necesita. Mi paranoia memoriosa me lo previene, ¿otra vez calzar la armadura y blandir el sable?

Mi credo personal se pregunta dos cosas sencillas:

Is it worth fighting for?
Is it worth dying for?