Para Oja Mariko, por la llave para su reino binario
Escribo esto mientras el pedazo de mi vida llamado Robotech se desvanece lentamente. Los rumores de que el canal que emite la serie cesará sus transmisiones son cada día más fuertes. No lo sé, pero me preparo para ese momento como quien se prepara para recibir su título. Si esto dejara de transmitirse, quizá ahora sí, se habría cerrado un pedazo de mi vida.
Pero ese no es el tema.
El tema es la soledad. El saber que vivimos en un espacio abierto, sin espacio ni siquiera para escuchar el eco de nuestra voz. La soledad es terrible y temible. La soledad como condición en la condición humana. El saber que no hay más que uno solo, incluso enmedio de la multitud, incluso cuando uno piensa que hay alguien del otro lado de la puerta, del otro lado de la ciudad, del otro lado de la cama.
¿Cuál es el origen de la soledad? Algunos pueden decir que parte de nuestro hecho, paradójico de nacer entre tanta gente, de existir en el ecosistema social. No me es extraña la hipótesis, desde hace ya muchos años he sabido, creo que todos lo hemos sabido. Al menos de eso me di cuenta desde mi adolescencia (y presumo que desde la de muchos más) cuando me di cuenta de que tenía entre manos un ser y un pensamiento poco compatible con el resto de la manada.
Pero la vida te da encuentros con otras almas vacías. Pero en la inicial esperanza de dejar la soledad atrás se convierte en lo que muchos conocen como una soledad compartida. Yo no comparto el deseo de estar sólo, pero lo estoy. Lo he sido desde hace muchos años y he tratado con éxito más o menos mediano de vivir de tal manera. No me puedo quejar. De hecho, me podría quejar si en estos años no me hubiera hecho de opciones.
Lo he logrado por medio de estrategias distintas. Por un lado atendí por departamentos los distintos sectores solicitantes. Por otro lado, me asumí en un estado de vida solitario en la colina de mi residencia, lugar donde puedo poner la geografía como pretexto para mi existencia en la unicidad, bueno, si tal cosa existieran.
Me gustaría decir que ser sólo es una opción válida, pero lo único que se me ocurre es decir que la existencia sólo es más bien una condena. Yo no suelo ser de aquellos que caen en el optimismo como una ciega religión. Pienso en y de la vida como una obra de teatro inacabable donde la única opción es la existencia de la forma menos terrible posible.
Sé que ser sólo puede ser una losa. Una pesada y terrible losa que termina con uno, que puede desgastar e incluso aplastar. No soy inocente en ese aspecto. Admito incluso que me atemoriza la soledad, que me aterroriza la posibilidad de morir sólo, de existir en la soledad. Me atemorizan muchas cosas, pero lo que más me da miedo es la incapacidad de existir son comprender esta condena.
Oja Mariko despierta entre temores y sin parpadear las sombras de la noche le traen temores de ecos que no regresan. No tengo medicina para esta clase de malestares. SIn embargo, puedo decir en su auxilio que quizá lo más temible de la soledad no es la ausencia de otras voces, sino el lidiar con la voz propia, con esa voz aguda y recriminatoria que nos dice constantemente nuestros pecados, nos pone contra la pared con agudas preguntas y que, finalmente, nos evidencía como lo que somos: entes frágiles, predispuestos a la disgregación.
Pero es lo que puedo decirle a Oja Mariko.
Ah... y que es un honor fumar a su lado con el viento frío sobre mi cabeza. Ojalá podamos repetir la experiencia.
1 comment:
Celebro la sutil amargura con que se devela su sabiduría concreta. Es ahí cuando se manifiesta muchas veces el con-suelo. En un estacionamiento con el viento helado, hablando de miserias y soledades, no nos dimos cuenta, que estabamos profundamente acompañados. Ironías de la existencia, nos rebelamos contra nosotros mismo...
Lo quiero mucho
J
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