Después de todo, ¿qué cosa no hay más seductora que recibir destellos perdidos entre agendas perdidas y voces entrecortadas?
Pero es una historia vieja; el canto de las sirenas siempre ha sido así desde los tiempos marineros. El procedimiento es similar siempre: voces que parecen irreales, para transformarse luego en reflejos de lo que uno ha deseado, de lo que siempre deseó.
Pero nada de esto se materializa. Todo se disuelve como una bruma mal concebida, enmedio del borroso despertar. De esta noche, de cualquier noche, de la noche compartida y de la noche repartida.
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