Así que esta es la última imagen de tu persona. Una flor ensangrentada contra un piso de cuadros.
Asimetría de la muerte, diría algún artista.
Los detalles se suceden con velocidad asombrosa. Sólo era cosa de rascar un poco al cerro de información que corre por mis ojos. Los tabloides de ese día lo consignaron como un hecho menor, debajo del ecoasesino del Metro Balderas, quien se llevó los reflectores y la ración diaria de horror que nos toca como habitantes de esta megaciudad.
Un puñado de párrafos, en el estilo policial de costumbre. Dos novios, peleando, se sacan los cuchillos y me imagino que entre gritos, se suceden las tajadas. Los gritos de los vecinos y llega la policía a recoger herido y cadáver.
Y así termina la cosa.
Es esa la flor que muestra el periódico.
Otra flor, roja por coincidencia, es la que quiero recordar.
Antes del amanecer, caminé hacia la playa. El fulgor del alba aún no se hacía presente. Caminé sin ver donde pisaba (y por ello tengo una rodilla dolorida). Pero al llegar al océano, me sentí confortado. El sonido de las rocas era una voz que me hablaba desde una zona que no conocía y que mis padres imaginan como la vida ultraterrena.
Tomé mi flor entre las manos. Cerré los ojos y la lancé con todas mis fuerzas al mar. Una ola se la llevó, con suavidad.
Y así, junté mis manos, y en un acto que nunca había hecho desde que era infante, comencé a orar.
Padre nuestro
Que estás en el cielo...
Oré, mirando al mar, hasta que amaneció y la claridad me mostró que la flor roja se había ido. Pero el sol del amanecer me hizo pensar en los días buenos que vivimos juntos, en las flores que le llevé en vida.
En la ocasión cuando me pidió que le compusiera un poema.
Cuando bailamos danzón una tarde de domingo, rodeados por viejitos amables.
Cuando le robé un beso, antes de que se fuera a su primer exilio a Panamá.
Cuando regresó y tomamos café en el Palacio de Bellas Artes por horas deleitosas de saber que estaba viva.
Cuando me dijo, una noche lluviosa, que se sentía segura conmigo.
Cuando me preguntó que quería para mi cumpleaños.
Cuando, tomados del brazo, caminamos por Altavista, una tarde de verano.
Cuando se quitaba la cinta del cabello para ver una película.
Cuando estuviste viva, conmigo.
Tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre Señor. Amen
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