En ruta hacia Phoenix.
Escucho un par de piezas del soundtrack de Oldboy. Me recuerdan el paso del tiempo. Cómo es que los actos del pasado pueden surgir como una oledada de destrucción que viaja por los mards de los años y puede terminar por estrellarse en las costas de un día cualquiera.
Esta relación entre el pasado y el presente no cesa de preocuparme. Nuestra vida la pasamos realizando acciones que nos marcan o marcan a los demás en formas que nunca nos hubiéramos imaginado.
Las ecuaciones que con cada paso que damos resolvemos nos convierten en ocasiones, en prisioneros de aquellas cosas que buscamos olvidar.
Es fácil decir que uno puede pasar por encima de lo sucedido, que uno puede olvidar impunemente. Pero eso es mentira.
Las cosas más insignificantes pueden causar efectos inconmensurables. Una rosa una noche de verano puede destar una tormenta la tarde de un otoño.
Pensamos en abstracto sobre las consecuencuas de nuestras acciones, pero solemos olvidar que van más allá de las acciones directas, que somls, al fin y al cabo, actores que con el paso de nuestros pied por el suelo, han cambiado para siempre y por siempre la ecuación del espacio y el tiempo.
La vieja paradoja de Schörindger, pero más allá del laboratorio, en su dolorosa aplicación sobre nuestras almas y nuestros corazones.
-- Desde Mi iPad
1 comment:
Así es... A veces lo más insignificante hace que la vida gire 180 grados y no hay regreso.
Espero que sea muy feliz y que eso acontecido haya traído alegría a sus días.
A veces extraño sus pláticas. Debe comprender que el tiempo enfría todo lo que se deja olvidado sobre la mesa, lejos del fuego de la estufa.
Cuídese y reciba un fuerte abrazo,
Marissa
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