Dice Douglas Coupland en uno de sus libros que uno de los problemas con los íconos del espectáculo es que, cuando uno cree que estáb tranquilos y perfectamente enterrados en sus tumbas, de pronto ¡bum!, estalla la tumba con un disco inédito, una reunión del pasado o un homenaje a cargo de anónimos que se quieren subir a montar el ataúd.
Y bueno, me amanezco con la noticia de que Timbiriche será reconstruido de sus cenizas, reality show de por medio. Sería un hipócrita si dijera que no canté sus canciones, ni que me emocioné con sus muy sentidas letras de amor adolescente. Pero también sería un imbécil si dijera que me emocioné hasta las lágrimas de saber que se avecina Timbiriche 2.0. Peor aún, para darle sabor al caldo, un grupo de Timbiriches (faltó Paulina Rubio y Thalía) se unieron para cantar con sus voces cascadas y físicos más que maduros, sus legendarias canciones escuinclas.
Si hay una forma eficaz de joder las memorias de nuestra infancia es tratarlas de recrear en toda su puerilidad, pero con pelos, barrigas y arrugas provenientes de la edad. Si me lo preguntan, no seré yo quien vea ese reality o que siquiera guste asomarse a ver como Timbiriche arrasa con Timbiriche.
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