¿Qué sería de un tipo como yo si no narrara mis cinco minutos jugando con un iPhone en una tienda Apple en Denver?
Lo primero que se me ocurre es que es quizá el primer gadget del siglo XXI. Liberado de las ataduras del teclado, con un revolucionario sistema intuitivo que interpreta los pulsos sobre el teclado y capacidades que lo mismo le permiten desplegar películas que mandar correos electrónicos que ver páginas web en todo su esplendor. Es una máquina del futuro.
Me acuerdo de que hace unos 15 años, en una revista científica de la que era yo muy adicto publicó un artículo sobre cómo sería la computadora a inicios del siglo XX. Aunque tenía cosas como pantalla plana, aún era un dispositivo parecido a HAL 9000, conectado con tubos a teclados luminosos y definitivamente estaba anclado al escritorio.
Pues bien, estamos bien incrustados en el siglo XXI y la computadora cabe en la mano, tiene una cámara del tamaño de una uña y en cuestión de segundos puede conectarlo a uno con cualquier parte del mundo... siempre y cuando se posea el dinero suficiente para pagarlo. Porque eso sí, el mundo estará cambiando de cara pero seguimos necesitando a fuerza el dinero para pagar el paraíso.
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