Sin embargo, era hora de dar el siguiente paso y lo hice sin remordimientos. Una belleza oscura y brillante de 30 gigas de memoria se ha convertido en compañera de mis aventuras por la ciudad. Debo decir, sin embargo, que el iPod afecta la percepción de la ciudad. Si antiguamente sólo me conectaba los audífonos para leer, ahora con el iPod me encuentro con un mundo de información en forma de películas, videocasts y programas que bajo a mi máquina y de allí al aparatito este, mismos que observo con gran deleite y ensimismamiento a pocos centímetros de vista.
Así, ahora el cerco de los demás eleva una nueva barda pues si antes el aislamiento de mis semejantes era exclusivamente por vía sonora, ahora la puedo hacer audiovisual y no sólo no pelar al prójimo, sino incluso ignorarlo por completo. La tecnología abre caminos hacia nuevas percepciones, pero la penalización es ni más ni menos que la ignorancia de lo que me rodea.
Ahora mi mundo se mueve conmigo en sucesión continua y permanente si así lo deseo.
VISTA INFERNO
Leo en la columna de mi periodista favorito de tecnología, Rob Pegoraro que ayer el sistema Windows Vista cumplió su primer semestre de vida en el mercado. Y los comentarios son terribles. Los que no lo acusan de ser un sistema complicado de instalar y de mantener, lo acusan de ser una molestia por su apetito insaciable, unos más señalan con molestia la incompatibilidad demostrada por diversas piezas de hardware y por la forma en la que Microsoft se vale de recovecos legales de la impenetrable EULA (licencia de uso, en español llano) para cosas como denegar servicio técnico o para interferir con el trabajo cotidiano del incauto usuario.
Y aunque todo el mundo acusa a Windows Vista de pecar concurrentemente, me parece que la cuestión más bien tiene que ver con la arquitectura de diseño elegida por Microsoft. Irónicamente su punto más fuerte (la compatibilidad con una gigantesca variedad de piezas de hardware) se ha convertido en un problema pues ahora cada versión de Microsoft debe ser compatible con decenas (si no es que cientos) de miles de piezas distintas de hardware: desde piezas de memoria hasta lectores de barras.
Y aunque en teoría esto no debería representar problema alguno, la experiencia ha demostrado que Windows se está volviendo un elefante que camina trabajosamente sobre un lodazal. Y ahora la pregunta queda en el aire, ¿qué pasará cuando sea lanzado el sucesor de Windows Vista al final de la década?
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