Y el asunto no se resolverá con mesas de diálogo en la Glorieta de los Insurgentes de la Ciudad de México ya que desde Internet podrán seguir las denostaciones, las campañas de odio y las trincheras virtuales para poder denostar, insultar o llamar al inchamiento del enemigo.
El asunto no se resolverá porque si hay debates que no terminan de modo alguno son los debates culturales. Las posturas siguen presentes: para quien le parezcan los emos como seres plásticos e inauténticos, nada podrá convencerlos de lo contrario. La entente obtenida por las autoridades de la Ciudad de México ha comprado tiempo para evitar choques en una plaza de la ciudad, pero nada garantiza que el asunto ocurra de nuevo en otra parte de la ciudad o en otras localidades, como ya ha sucedido en Querétaro.
El problema con las diferencias culturales es que nacen y se arraigan de manera subrepticia a tal punto que el odio se vuelve orgánico y carece de explicación. Y como es bien sabido, hasta el ciudadano más pacífico puede convertirse en una máquina de dolor en cuanto los contactos necesarios han sido pinchados.
SEMANA DE LA LETRA
Entre travesías por la ciudad, olvidé que parte de mis correrías tuvieron que ver con la búsqueda de la letra. Es parte de la vocación y parte de la condena, pero también parte del destino y de la culpa.
Busca letras, convócalas y arrejúntalas en un cuaderno lo suficientemente amplio como para maniobras peligrosas. Buscar letras y encontrarlas en el caos del tráfico y de los andenes. Reunir las letras y dejar una estela de silencios arrancados a punta de borrador. Colocar letra por letra en el esquela de lo inesperado, letra por letra en el convencimiento de que vendrán mejores tiempos, mayores satisfacciones.
Ah, satisfacción de la letra pronunciada de súbito. Placer de la letra cincelada en el escándalo callado. Delicia de la letra trazada sin permiso. La letra rebelde, la letra en penumbras. La letra sonriente y la letra yaciente entre renglones arrugados.
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