Nunca fue bien aceptada por las capillas del poder académico debido a que se le colocó el infamante sambenito de ser una filósofa pop, alejada de compromisos ideológicos del momento y entregada a la peor de las relaciones para un pensador: la divulgación de las raíces políticas y sociales de nuestra sociedad a través de un programa de radio.
Ahora que releo El manual del ciudadano contemporáneo (del que hace unos años escribí una reseña para la revista de egresados de mi universidad), me doy cuenta de que su lucidez es más necesaria que nunca: su poder de abstracción le permitieron crear impresionantes disecciones del sistema político mexicano y sobre todo, cómo es que la cultura y la filosofía nacionales habían sido alteradas de tal forma que le tomará a la nación mexicana décadas de penoso trabajo sobreponerse a la mentalidad de la que hemos sido y seguimos siendo presas.
Me pregunto cuál habría sido su diagnóstico del desgraciado sexenio de Vicente Fox, de la ascención al poder de Andrés Manuel López Obrador, de la amarga disputa por el poder de 2006 y del disfuncional sistema político nacional donde cohabitan entes como Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia. Me imgino que, sin mucha sorpresa, determinaría que la barbarie política de la nación no es más que el reflejo de tantas cosas incompletas que quedaron después de la trancisión del 2000.
Ikram, nos haces fata tanto.
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