Pienso en que me preocupo demasiado por mi trabajo.
Pienso en que pienso demasiado en lo que hago y no hago.
Pienso que debería salir más seguido de mi casa.
Pienso que debería salir de mi mismo.
Pienso que debe haber muchos museos que no conozca.
Pienso, pienso.
Comida con editor
Esta tarde lluviosa la dedico a compartir las mollejas de res y un plato uruguayo bárbaro (que contiene un pedazo de lomo, papas fritas, ensalada rusa, tocino, jamón y huevo estrellado) con uno de los editores bajo cuyas órdenes trabajo. Es interesante no sólo porque uno conoce facetas diferentes de aquellos con quienes uno trabaja de cotidiano. También es una manera de conocer que las preocupaciones, los sueños y las pesadillas de uno son territorio compartido con los colegas.
Y una de las conclusiones a las que llegamos es sencilla y fatal: este oficio no sirve para las relaciones personales. Las personalidades obsesivas que trabajamos en esto no podemos darnos chance de vivir la vida como uno lo quiere. Estamos condenados pues.
Sin embargo, es cosa buena poderse parar con los otros y ver qué carajo estamos haciendo.
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