El acto organizado por AMLO esta tarde en el Hemiciclo a Juárez para convocar a sus huestes y someter a una repentina votación entre los concurrentes sobre qué hacer ahora que la reforma petrolera (apoyada por los partidos del FAP), recurre a una estrategia que ya no sorprende a nadie:
1.- AMLO declara tener "algunas dudas" sobre la reforma, como si no hubiera sido paso a paso informado de las negociaciones en torno a la reforma petrolera por los propios senadores y dado su aprobación a cada uno de los puntos expuestos. Una consideración que a mi juicio es vergonzosa ya que en lugar de consultar a sus electores, estos senadores corrieron a la ex casa de campaña del Sr. Obrador, quien, si nos ponemos estrictos, es sólo un ciudadano más ya que, hasta donde tengo noticia, oficialmente este hombre, el único cargo vigente que puede ostentar es el de militante del PRD.
2.- Convocar a las masas. El viejo recurso de llenar una plaza y decir que es "el pueblo" y que por ende, tiene la capacidad moral de tomar las decisiones acordes a la voluntad del líder. Decisiones que, curiosamente, nunca se han opuesto a su voluntad.
3.- Hacer una votación. El método de validación perfecto. Quizá en la consideración de que una votación a mano alzada sería un sainete, la asamblea decidió organizar una votación ya sin más metodología ni seriedad que la otorgada por la asamblea. ¡Y voilá! En un abracadabra, tendremos en unas horas un guateque en el Centro Histórico de la ciudad.
Sin embargo, así se hacen estas democracias, a la zapatista primero (a mano alzada) y luego a la amlista (a mano asambleada).
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