Ha pasado el suficiente tiempo para que no sea problema decirlo. Cuando era un becario universitario, mis jefes (académicos y hasta administrativos) se daban el megagusto de la vida seduciendo a las estudiantes. Y si piensan que eran del prototipo de profesores galanes (maduros y seductores), se equivocan. Me imagino que el aura del profesor, por el sólo hecho de ser una figura superior, supongo que despierta cierta atracción que, como vi cuando estuve en esos círculos, puede ser usada muy a favor del docente.
Así las cosas, ahora que he leído este libro de Philip Roth, reconfirmo y reincido en mi apuesta. Si la cosa se jode, siempre uno podrá volver a la academia. Y por cierto, de este libro está por estrenarse en los próximos meses una película sobre el particular....
¿Y les dije que la protagonista es Penélope Cruz?
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