En dos bandos se divide la gente. Hay quienes corren tras un refugio de las gotas de agua que caen pesadamente. Hay otros (como yo) que tranquilamente paseamos por las aceras oscurecidas por la lluvia.
Tenía ganas de beber una cerveza, pero es un poco patético hacerle al cuadro de Edward Hopper y chupar en la soledad de mi cocina o en algún barecillo del centro. Me guardé las ganas para mejores días.
Me gusta caminar por Av. Mazaryk luego del atardecer, de hecho Polanco me parece que de pronto es ocupada de nuevo por los fantasmas de sus habitantes originales, quienes pensaban su colonia como un refugio del tráfago y no el epicentro de un muégano de restaurantes ruidosos y semiantros que se apilan sobre las viejas casas.
Un buen sábado. No dejé de pensar en las letras, que a mi llegan invocadas por el llamado de las frases arrojadas eléctricamente. Las letras. Una vez más regresar a ellas, frescas, consonantes y vocales. Algunas recién pronunciadas. Otras enredadas en palíndromas de significados inciertos.
Me arrojo gustoso a ese precipicio. Es de lo que vivo y es con lo que vivo. Ah, las letras. Vengan a mí, siéntense en esta oscuridad mía y expandan su eco sobre las paredes anónimas de los cuadernos temporarios que visito cada tantas horas sin sueño.
PD de Robotech
Escucho rumores. Que el canal por donde se transmite Robotech dejará de existir de un día para otro. Si esto sucede, lo lamentaré mucho, pero quizá sea para bien. Esta tregua de regreso a mi infancia ha durado mucho, incluso más de lo que yo hubiera imaginado. Si es dado que termine esta época de mi vida, sólo podré dar gracias por esa ventana prestada hacia el pasado. Me ha ayudado a reconocerme y a reconocer mi existencia. Y por ello brindo, con un vaso de agua mineral.
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