- Los partidos políticos ya no toleraban la relación con los medios electrónicos. Cientos de millones de pesos pasaban directamente de las asignaciones presupuestales a las arcas de canales de tv y radiodifusoras en una feria de dineros que los partidos perdían sin pausa y que en no pocas ocasiones causaron desfalcos y problemas de management en los partidos (no olvidemos que el PRD de Rosario Robles dejó al partido en la bancarrota tras pagar una campaña masiva en medios durante las elecciones de 2003). Obviamente la reforma apunta a que el dinero que iba a dar a los medios, se quede en sus bolsillos. Faltaba más.
- Los escándalos de Bejarano, el Niño Verde, el Pemexgate y otros, nacieron de la pantalla televisiva y demostraron que en la nueva civilización de la imagen, el poder está en manos de quien la administra, siendo el caso de nuestro país las televisoras y demás usufructuarias del espectro radioeléctrico. Una fuerza de este tamaño simplemente es inaceptable para los partidos políticos y por todos los medios intentarán acotar este poder que les rebasa y que en coyunturas específicas, puede dejar a los partidos retorciéndose en el piso.
- La crispación causada por elecciones competidas (una tendencia inevitable a futuro) es un fenómeno desafortunadamente avivado en temporadas de campaña política. Y debido a nuestra poca educación al respecto, es fácil que los ánimos se calienten y lleguen a situaciones incontrolables. Por muy radicales que sean los partidos, todos han llegado a diversos niveles de administración pública y saben lo difícil que puede volverse el ejercicio de gobierno ante poblaciones crispadas. Es un hecho, hasta los partidos quieren estabilidad.
- Los partidos pequeños se han convertido en una deformidad de nuestro sistema político: nacen y viven succionando los recursos de los partidos grandes sin ofrecer contraprestaciones viables pues sus promesas se diluyen ante cuentas poco claras a la hora de los saldos electorales. Ejercen un poder que se nutre de dinero y curules plurinominales, pues el sistema político incluso les permitía ganar sin siquiera competir. Este ejercicio de poder se ha convertido en un remorismo sin sentido del que los partidos políticos sólo pierden.
Seguiremos con más damnificaciones.
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