En lo personal es un hecho que no me viene ni me va, considerando que primero fui educado por una orden religiosa diferente y a que jamás tuve que ver con ellos.
Sin embargo, quiero expresar que su muerte cierra un capítulo vergonzoso en la vida de la Iglesia Católica. El capítulo de un hombre que aprovechó el enorme poder de su congregación para saciar sus apetitos eróticos (en plena y total violación de los votos de castidad), cebándose en más de 30 menores de edad y que además usó ese poder para cubrir su delito y trasferir su ignominia hacia las víctimas de sus abusos acusándolos de inverosímiles conspiraciones.
Un hombre así no merece respeto por la obra que fundó ya que la manchó con su deseo irredento y la llenó de oprobio al obligarla a cubrir con una cobija de silencio su actuar, y una organización que en ese afán decidió seguirlo hasta el precipicio.
Lo único que creo es que un hombre así merece estar en estos momentos asándose en el segundo círculo del infierno, como lo dice Dante Alighieri en su Comedia.
La tromba infernal, que nunca calma
arrastra en torbellino a los espíritus
volviéndose y golpeando los molesta.
Cuando llegan ante su propia ruina
allí son los gritos, el llanto y los lamentos,
aquí blasfeman de la voluntad divina.
Supe que a un tal tormento
sentenciados eran los pecadores carnales
que la razón al deseo sometieron.
No descanse en paz.
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