Wednesday, August 31, 2005

REFLEXION A VUELAPLUMA (AGOSTO 31, 2005)

Es preciso aprender a sobrevivir. Sin que nadie lo sepa, sin que se escuchen gritos o aullidos. Sobrevivir es algo más que salir a la calle a caminar por entre los bombardeos. Sobrevivir es sacar las manos del fuego y gritar el ánimo para existir.

Sobrevivir es una gran lección de la vida. Es una reafirmación de la identidad propia y de la independencia frente al entorno. Sobrevivir es levantar la mano para decir “yo existo y me resisto”. Sobrevivir, amigos míos es una declaración de principios. Es sobreponerse al dolor de hoy, de ayer y de mañana. Es aceptar que la humanidad existe, que estamos para construir y que lluvias y tormentas están sólo para preceder nuestros pasos y correr por la línea del horizonte.

No sólo es preciso aprender a sobrevivir. Es indispensable para llamarse humano.

Que nadie lo olvide (y menos tu)

There will come soft rains

Monday, August 15, 2005

WHAT IF...

Una vez más, una disculpa para los lectores de este blog. Estamos en procesos de reconstrucción interna, pero ya estamos de regreso. Comenzamos con temas internacionales.

Aunque ya han pasado algunos días, se ha debatido con gran insistencia las razones y consecuencias del empleo de armas atómicas en Japón en agosto de 1945. El debate (originado por el 60 aniversario de tan fúnebre acontecimiento) ha marcado una gran revisión histórica del pasado militar.

En esta polémica se han perfilado claramente dos bandos: el primero que sostiene que el uso de las bombas atómicas era inevitable para evitar una siniestra carnicería en una inevitable invasión a Japón que se esperaba para la primavera de 1946. Por otro lado, quienes aseguran que el uso de las bombas atómicas en realidad no precipitaron la caída del imperio japonés y que solamente causaron sufrimiento innecesario a personas que no tenían nada que ver con el conflicto y cuyo único crimen fue el estar en el momento inadecuado en el sitio fatídico.

En cierta medida (y como es típico de la posmodernidad que vivimos) ambos bandos tienen un poco de razón. A la luz de nuestra época, donde el poder de la bomba atómica es un demonio que todos deseamos conjurar, es obvio que aquel uso primigenio de la bomba cause escozor, sobre todo ante la revelación posterior de la ruindad, la miseria y el dolor que estas bombas atómicas le trajeron a personas inocentes. El uso de la bomba puede parecer como un alarde de poderío que a costa de cientos de miles de muertos puso la primera piedra de lo que sería la Guerra Fría.

Sin embargo, poniendo los ojos en aquella época podemos encontrar un poco más de explicaciones a lo que nos parece un infausto acto de genocidio. Para 1945, cuando los Estados Unidos tenían ya un par de bombas operacionales listas, el ejército y el gobierno norteamericano habían invertido en el Proyecto Manhattan una cantidad cercana al billón (millón de millones) de dólares actuales y el trabajo de más de 100 mil personas desde los científicos que desarrollaron la teoría necesaria para llevar a cabo este trabajo como por los mineros que extrajeron el uranio necesario como por los obreros que construyeron algunas de las instalaciones industriales más grandes jamás construidas hasta entonces.

Para cuando el presidente Harry Truman conoce del proyecto a la muerte de su antecesor Franklin D. Roosevelt, la balanza queda irremediablemente a favor de emplear esta arma. Pese a la carta que los mismos científicos que desarrollaron la bomba envían al presidente pidiéndole evite su uso o lo haga de tal manera que no dañara vidas humanas (como una demostración en la Bahía de Tokio), el hecho es que se había invertido demasiado esfuerzo en una sola arma como para que no fuera a emplearse. Quizá esto suene demasiado tétrico pero es verdad: era un arma demasiado costosa como para quedarse almacenada en una bodega, por lo que se volvió indispensable usarla y de la manera más ostentosa posible. Hiroshima y Nagasaki nos recuerdan justamente cómo es que una maquinaria bélica puesta en marcha no se puede detener de modo alguno y sus devastadores efectos no se pueden siquiera comprender.

desMarcados
Lo que hemos visto en los últimos días referente al tránsito del Subcomandante Marcos de héroe a villano ha sido algo que nadie se hubiera esperado en los tiempos en que, enfundado en su pasamontañas y aderezado de la reflexiva pipa arrojaba invectivas contra el salinismo, contra el neoliberalismo y contra todo lo que representara la opresión del pobre y del diferente. Ahora que ha lanzado sus fauces retóricas contra el estandarte de la izquierda casi impresentable: Andrés Manuel López Obrador, es que ha jalado la espoleta de una granada de fragmentación justo en el momento en el que parece que la izquierda (o lo que a ese apelativo responda) tiene por primera vez la posibilidad real (y para muchos, terrorífica) de llegar a la presidencia de México.

Me ha divertido esta semana leer en La Jornada los debates que se han desatado a raíz de sus declaraciones descalificando a López Obrador como un salinista y alguien que “nos va a partir la madre a todos”. Desde el intento del diario por bajarle de huevos a la nota endulzándola con una errata que ni ellos se creyeron (los dichos del Sup Marcos fueron grabados en video y confirman todo lo que declaró en la edición del pasado 7 de agosto) hasta las tomas de posición por parte de quienes hasta el día anterior gozaban en buena medida la ambigüedad de comer a la vez ave y pescado.

Ahora que las cosas ya no se pueden disfrazar y que las críticas contra AMLO son definitivas, claras y contundentes ha habido de todo. Desde intelectuales de izquierda que proponen una suerte de reconciliación de facto entre el encapuchado y el candidado hasta quienes, aprovechando la ocasión, decidieron echar por la borda de una vez por todas lo que consideran el lastre ideológico del EZLN. No los culpo, el hueserío se encuentra al alcance de la mano y ahora que por primera vez parece que la izquierda podrá meterle la mano y la lengua a la cazuela del presupuesto, es momento de acercarse a la potencial ubre. La selva queda demasiado lejos y a muchos les agrada más la idea de hacer la revolución desde algún loft en la muy revolucionaria colonia Condesa.

En cuanto a Marcos, su discurso no causa mayores ronchas porque, aceptémoslo, jamás varió de línea. Su plan nada tenía que ver con la construcción de estructuras dentro de la política formal, por lo que era cosa de tiempo para que el PRD cayera bajo su guadaña implacable. La apuesta establecida entre la izquierda partidaria y el zapatismo carecía de cimientos por la simple razón de que por definición, la ideología zapatista no puede transitar por los carriles de la democracia. No porque no quiera, simplemente porque desde el principio tuvieron en claro su misión de derrocar al Estado mexicano. Y sucede, amigos desengañados, que dentro del Estado mexicano se encuentra el mal gobierno, pero también el sistema político, las elecciones y toda forma de construccion política que responda al modelo de la democracia desde la Revolución Francesa hasta acá.

¿Dudas? Los consensos con el 98% de aprobación en las consultas zapatistas; que la vocería del movimiento lleve 10 años jalada por la boca o los textos marquianos, así como la creación de una república pobrísima pero honrada en los confines del país es muestra de que no les interesa aquello que represente a este régimen. Y eso es irreconciliable e imposible de cambiar. El colmo, un Subcomandante que aparece ante los medios pasado de peso es una negra ironía sobre el movimiento zapatista. Un movimiento que vive de la imagen no debería entregarse al nefando acto de presentar a su líder lonjudo dentro de una guerrilla. Y los cuentos que quiera inventar acerca de que los zapatistas se la pasan tan a toda madre que les ha crecido la panza tendrán que confrontarse con la realidad de una zona donde la pobreza (y la pureza ideológica) reinan mondos y lirondos.