Sunday, July 28, 2013

LUZ FRÍA

Me lo contó mientras mirábamos el techo y afuera llovía: habían matado a su primo. Como suele suceder con tantas historias de nuestro tiempo, las causas eran confusas, pero el patrón similar: un hombre joven sale de un baile con unos tragos encima. No llega a casa y días más tarde las autoridades descubren el cuerpo en un canal a cielo abierto.

Es, en cierto modo, la misma historia leída en los diarios y visto en la televisión una y otra vez: padres desconsolados, familiares sorprendidos y amigos que declaran sorprendidos que no tenía enemigos ni hiciera algo raro.

Sin embargo hay una diferencia. Me cuenta la historia bajo la penumbra iluminada apenas por el televisor sintonizado en algún canal olvidable. Me la cuenta de manera triste y monótona con voz murmurada, como quien hace cuentas de memoria, apenas entreabriendo los labios.

Me platica el colofón íntimo: una madre devastada y enferma por la pérdida; una familia que pierde al único vástago sin apenas haber llegado a la veintena de años. Sueños de terminar una carrera y una novia que según sospechas que más suenan a búsquedas de una explicación, podría ser helena de troya en un barrio periférico de la ciudad.

Mientras me abraza su piel morena y cierra los ojos sin saber con certeza quién le escucha, no dejo de pensar en lo mucho que ha pasado bajo nuestros ríos de sangre; que quizá es más cierto eso que dicen: la guerra nos hace silenciosos ante el horror. Al llegar a casa reviso el caudal de información y no hallo nada, ni siquiera el parte de levantamiento del cuerpo que debería estar en cualquier revista de nota roja.

A esto hemos llegado; una muerte ya no causa atención. Así es el nuevo cotidiano. Mientras tanto, ella se queda dormida. Es cierto: muertos sobran en esta vida. Pero también hay que vivir, aunque sea bajo la luz fría del neón que ilumina las sábanas.

Cuando salimos a la calle, las calles brillan de humedad y la Alameda exhuda su aroma vegetal que reserva para las ocasiones importantes. Ella toma un taxi.

Yo camino.

Friday, July 05, 2013

X2

Dos lugares, dos tiempos, dos ritmos al caminar. Dos maneras para entrar en la habitación oscurecida.

En un principio creía que multiplicar era una cuestión de altas matemáticas. Sin embargo, con el paso del tiempo, me encontré que todo era tan fácil y tan natural; más que la sencilla aritmética que me enseñaron mis maestros cuando apenas contaba con los dedos.

Puedo decir en mi defensa que no fue invención mía. Supongo que miles han pasado por el mismo cálculo: primero uno, luego uno y luego dos en sucesión contínua. Sólo es cosa de cuidar los detalles: concentrarse en los nombres correctos, las conversaciones precisas. No repetir nada, siempre borrar el disco duro tras cada despedida. Una suerte de baile con dos canciones a la vez.

Pero es posible.

Es una cuestión de metodología supongo. Algo que aprendes en el curso de álgebra básica: hacer que las letras cuenten y que uno cuente para las letras.