Bueno. Alguna vez dije la situación y una de sus consecuencias:
La fragmentación.
Ahora hablaré de la otra consecuencia:
La implosión.
Era curioso, en mi familia se preocuparon por años por el bienestar de mi hermana, porque hiciera sus tareas a tiempo, por que no se metiera en problemas, porque fuera la hija que mi madre siempre quiso que fuera... que a la postre sucedió otra cosa.
Pero entre tanto, yo me quedaba en casa, leyendo, mirando Robotech, sufriendo el amor de Iyali, leyendo de nuevo y pensando en los remolinos de mi vida sin nadie que los escuchara.
El silencio fue un sabio profesor.
Y así sucedió desde entonces. Callado, sin decir más palabras que las necesarias para pagar el microbús hacia mi casa, para pedir un burrito en el 7 Eleven, para escuchar como mi familia se la pasaba resolviéndose entre fines de semana de raquetas, de pleitos para moldear lo inmoldeable y su seguro servidor, callado, leyendo y tomando notas.
Es la costumbre que se me quedó. Nadie lo sabe, pero es una manía de mi parte. Callar y tomar notas de lo que dicen, de lo que hacen, de lo que tocan, de lo que hablan.
Ese es mi súperpoder.
Aunque en realidad, eso no me ha servido realmente de mucho.
