Saturday, January 30, 2010

ASUNTOS DE AGENDA

Para Stacy B

Retomo mi blogcito. Tan abandonado en pasadas semanas por acción de una leve depresión y un viaje a la raíz de mi estirpe.

De pronto, mirar las montañas nevadas, la alegría simple de quienes ven en el matrimonio la solución perfecta y definitiva. Los parientes lejanos que saludan con admiración a quienes hace medio siglo decidieron probar una fortuna en la gran ciudad y que ya llevan una generación en ese exilio urbano, con ocasionales suspiros por la claridad del cielo perdida.

Es así como le tomo fotografías entre la sorpresa a ritos que creía sepultados tras siglos de erosión del tiempo y las migraciones.

Pero allí están.

Eso es una carga inesperada de energía cuando en los inicios de este año miro cómo es que la realidad se impone con su acostumbrada pesadez en el trasiego de los días. Pero en ello aparecen momentos que valen mucho la pena. Oja Mariko me cuenta su odisea particular y me muestra una ventana hacia las preguntas que es preciso responder.

Mi querido Pas me cuenta cómo es que dentro de la rutina la felicidad florece. Cómo es que llega la tranquilidad después de las tormentas de la existencia.

Y sí, un poco un acto de contrición también. En retrospectiva.

Pese a que la mayor parte del tiempo mi vida ha transitado por los meandros del infortunio, he sido una mala persona también. En mi pasado, ofuscado por el brillo de lo inalcanzable, eché por la borda la oportunidad para dar un poco de felicidad y de corresponder lo que recibí.

No puedo pedir perdón por esas lágrimas de las que fui causa. No puedo hacer nada para remediar el daño causado (y sería ridículo querer remediar cualquier cosa a estas alturas de la vida), pero cuando uno ha recorrido ciertos caminos en la vida, cuando uno ha sentido el "fuego helado" de la tristeza, es que uno comprende cómo son las cosas cuando uno camina el otro lado de la cinta de Möbius.

Sea pues este reconocimiento (que más bien es cosa extemporánea y en buen sentido inútil), mi regalo de cumpleaños para ti, que habitas apenas por encima de la línea del Ecuador.

Salud y velitas para tu pastel.

Thursday, January 14, 2010

RESPIRA

I
Ko.yaa.nis.qatsi (de la lengua Hopi), nombre. 1. vida loca. 2. vida en tumulto. 3. vida en desintegración. 4. vida desequilibrada. 5. una condición de vida que clama por otra manera de vivir.

Has vivido en el remolino. Has percibido la luz iridiscente durante la caída, el derrumbe de lo que nos habita. Has estado en los umbrales clandestinos donde la búsqueda del sentido toca las puertas donde radican los demonios que no deseamos reconocer.

Has estado allí. Has padecido el dolor de la revelación en el centro de tu viente. Cruzar el halo de luz que parece invadirlo todo, por un instante. Arrojarse por la ventana en pos de cualquier otra cosa. La transa evidente: ofrendo una pieza de mi vida a cambio de un instante más que no me recuerde lo que hay del otro lado de la puerta.

Pienso en un quásar. Un objeto celeste en cuyo brillo inimaginable y cegador que no deja más testimonio que la sombra de ruidos tan intensos que permean el vacío de millones de años en el tiempo y el espacio.

Has vivido en las prisiones de tu condición. Has existido sin que nadie te toque, aún cuando otros están dentro de ti. Las viejas rutinas de baile que velan lo evidente. Lo evidente que no quisiste tocar sino hasta cierto momento cuando, sin tener una idea clara, viste que las cosas no podrían seguir así.

Un momento cuando, la gravedad en tu ser se contrajo al punto en que, no hubo más remedio y la supernova estalló en el firmamento oscuro de una noche de invierno, en la segunda década de nuestro siglo.

Un momento cuando extendiste la mano, y al mirar su sombra contra el cielo dijiste algo.

Pero más imprevisible aún: hiciste algo.

II
Powaqqatsi (del idioma Hopi, powaq = hechicero + qatsi = vida). s., una entidad, un modo de vida, que consume las fuerzas vitales de otros seres para favorecer su propia vida.

Ahora me cuentas de las paredes que habitas, del frío que atraviesa tus pulmones, de la contemplación que seguro te inspira el escuchar del otro lado de tu almohada, el rumor de tus sueños, ahora sin más interferencias.

Me muestras el miedo a la incertidumbre, de entrar en lo desconocido. Para ello sólo tengo unas palabras de un locutor americano: Ira Glass (y sí, familiar del otro Glass).

Lo que olvidamos del progreso es que no tiene plan maestro. Nos lanza hacia delante; en la oscuridad, accidentalmente. Y nunca estamos seguros hacia donde nos llevará

Pero eso es lo que hace la vida digna de ser vivida. Errar y mirar hacia atrás, un privilegio que sólo le está dado a nuestra especie: mirar la vida desde el espejo retrovisor, aunque eso suceda en una heladera de habitación, ¿o no?

Oja, respira.

Wednesday, January 06, 2010

PARA DESPUES DE LA CENA 2 (VOLVER CON HANK)

Primero las noticias:

Me informaban que mis colaboraciones ya no serán necesarias en una de las revistas para las que trabajo. Eso mientras me comía un sandwich de salchicha con mostaza, un plato de ajos encurtidos y un vaso de agua mineral. Como podría pensarse, el emparedado adquirió el sabor de la nada.

El primer pensamiento fue, por supuesto, encabronarme. A nadie le gusta que le den las gracias enmedio de la comida. Pero no dije nada. Eso venía con el no contrato que firmé cuando decidí dedicarme a esto del periodismo; la inestabilidad y la posibilidad, siempre perenne, de que alguien venga y cobre menos y te saque del mercado.

Así son estas cosas. Tal cual que para cuando llegué a casa, con una rosca de reyes bajo el brazo, me lo tomé con la filosofía del caso y me puse a trabajar en otras cosas. Sé que estas cosas no son personales y pues, me puse a pensar en algunos editores con quienes he trabajado a lo largo del tiempo: el pasado diciembre, algunos de ellos fueron podados sumariamente. Algunos de ellos con familia y rentas por pagar y quizá con la mensualidad del coche atravesada.

Gente que apuesta, con toda la ingenuidad del mundo a que el sueño de ser periodista da para tener pareja y descendencia, hasta que el sueño se disipa y queda uno como siempre ha estado: desnudo y frente a la fiera naturaleza.

Por ello, vivir en este negocio requiere pelotas para mantenerse al margen, para preparar reservas bajo el colchón, una buena cantidad de libros por leer (por si se atraviesan meses sin tener nada más que hacer) y sobre todo, una vida monástica que pueda resistir el paso de la adversidad sin demasiadas lágrimas.

Pero eso no impidió que me subiera un poco la presión arterial.

... lo que me lleva al siguiente punto.

Entre los libros que a toda prisa leí en las vacaciones se encuentra este, que se promociona como el último libro de Charles Bukowski, uno de los autores que me definieron cuando era un estudiante universitario y que, quizá, me dieron la munición para defenderme como un tipo medio cínico y recluido en su cuarto.

Las aventuras de Hank (el alter ego de Bukowski) eran hilarantes: un hombre que le mete la verga a un florero (y se le rompe en el trance), que se emborracha en cualquier situación; que convierte su infortunio cotidiano en algo brillante al punto que el último tramo de su vida transcurre en una casa con jacuzzi y terraza con vista al mítico Los Angeles.

Una suerte de boxeador viejo, acabado, pero con frases que podía arrojar a los ojos de los contrincantes para distraerlos mientras les propina el puñetazo adecuado para derribarlos.

Y un poco como pasa en estas cosas, tuve una época donde Hank fue mi guía espiritual por los caminos de las letras impresas. Por lo demás, no estaba fácil: seguir la vida de un borracho vagabundo requiere un tipo de valor del que carezco: nunca se me dio la vida al aire libre y los meses que traté de adquirir su dipsomanía quedé con el hígado hecho trizas y por poco y no la cuento.

No por nada, dicen que su lápida tiene como inscripción póstuma la frase don't try.

Pero con el paso de los años, lo dejé de lado, lo traspapelé, como el mismo lo dice. Llegaron otros autores menos cínicos, menos ríspidos o con mayores aspiraciones a poner lo complejo entre las paredes menos manchadas de vómito.

Y ahora, que vuelvo a leer a Hank (en la pedacería de apuntes, trozos, bocetos y menudencias que Gabriel Zaid señala que no debería imprimírsele jamás a escritor alguno) me doy cuenta de que su cinismo y su actitud frente a la vida no sólo eran una estrategia de supervivencia: eran una postura artística, una visión frente al mundo y una actitud de interpretación.

Así, el cinismo se troca algo más profundo: una desilusión con la naturaleza humana, una debilidad que oculta entre coitos con mujeres nada recomendables.

Un hombre que escribe, no un títere alcoholizado, un payaso para exhibir junto con poetas e intelectuales. Es una lectura que le da una muy sana dimensión al dolor y al placer de ser humano en un mundo hostil, como lo ha sido desde la época de las cavernas y hasta hoy, cuando a mis ex jefes los despiden y a mí me mandan a la banca por un rato.

Y así es como me despido de este gran escritor. Dudo volverlo a leer por un buen rato. Llega un momento en que las escenas literarias pueden suplirse fácilmente con las insipideces de los despidos y las amarguras de padecer la vida bajo el quinto sol, moviimento.