Thursday, December 19, 2013

LOS PEQUEÑOS TSUNAMIS

Dicen los marineros que los tsunamis (esas olas gigantes que lo destruyen todo a su paso) no se ven a mar abierto y sólo revelan su naturaleza pocos cientos de metros antes de descargar su furia en las playas llenas de desprevenidos.

A veces la existencia es así: imprevisible, con desastres a la vuelta de la esquina que sólo asoman su existencia cuando no se puede correr lejos ni apartarse de ellos.

Son olas cotidianas para las que nadie está entrenado a sortear. Sólo vienen y lo estrellan a uno contra la arena.

Podemos culparnos de no haber visto venir el desastre, podemos hacer como si todo fue un acto de la coincidencia entre casualidad de la que somos impotentes testigos.

Sin embargo, pienso algo distinto. Vemos la ola venir, con su nube de espuma avanzando hacia nosotros. Quizá la miramos con fascinación. Probablemente incluso caminamos hacia ella con una mecla de curiosidad y miedo. El barrunto del desastre nos llena de ganas de vivirlo pero al mismo tiempo de salir corriendo de él.

El desastre es, pues, algo inevitable. A veces queremos correr, salir volando. Pero es imposible. Miramos aproximarse el infortunio, pero no hacemos algo para impedirlo. Al contrario, lo único que hacemos es mirar.

Y mirar

Y esperar.