Tuesday, December 29, 2009

SI ME QUIERES, DETENTE

Es un tema que he estado rehuyendo desde hace meses. Oja Mariko y yo lo platicamos luego de presentar flores y lágrimas a la tumba de Alí. ¿Es posible dejar de ser lo que uno es; de hacer lo que uno hace en aras de algo más trascendente?

Nuestros vicios particulares (Oja y su pléyade de sirenos peligrosos, un servidor y su plétora de letrar que danzan sin orden preciso son imperativos que van más allá de lo que aceptamos y buscamos y queremos y deseamos. Son las fuerzas que nos dan ánimos (ánimus y ánima) para seguir adelante, para sobreponernos al dolor de la existencia primordial. La energía con la que nos entregamos a las dispersiones de los momentos son repositorios de vida, de luz enmedio de una vida de sombras por decisiones mal tomadas o simplemente, por la aridez de una existencia entregada a circulares obsesiones.

Y por ello pagamos el precio.

¿En qué consiste el precio? En vivir todo el tiempo al borde de los abismos. Al borde de que el escenario se caiga detrás de nosotros. Pero aún. Encima de nosotros.

La incertidumbre de buscar las coordenadas correctas. El miedo de terminar de mal modo. De dar el mal paso en el peor momento y con ello echar todo por la borda.

Pero es un precio que más o menos con gusto aceptamos y con el que nos conformamos. Es lo que nos hace existir, después de todo. Pero es algo que amenaza con arrasarnos, quizá con destruirnos de maneras poco esperables, como una llamada telefónica, una mirada sorprendida o cualquier menudencia del destino, conocido como coincidencia.

Y es así como me pregunto (y como le quedé de preguntar a Oja Mariko): ¿Cuándo nos detendremos?

Esta es una pregunta nodal. Detener el rumbo, darle un giro al timón. Atender por una vez la luz roja y dejar de correr enmedio del tumulto de la existencia. Cobrar conocimiento de lo que uno hace, de donde uno está y cambiar el rumbo. Estirar la mano y abrir una ventana para que el asfixiante ambiente de paso a otra cosa, de paso a la luz, a la vida.

Eso se escribe muy fácil. Pero hacerlo es mucho más difícil.

Es difícil porque el dulce sopor del camino andado, de lo que nos lleva hacia adelante. De la energía que invertimos en seguir con las decisiones ya tomadas, del rumbo que nos impone el ritmo de la rutina. Porque, pese a lo que se piensa y se dice, somos la rutina de la que estamos construidos. Los tabiques de nuestra existencia están construidos de cosas ya vistas, de sabores ya probados, de emociones ya vividas; de peligros que pensamos domados.

Es lo que nos devora. Cuando pasa una parte de la existencia, uno se percata de que cambiar es más difícil (mucho más difícil) de lo que parece. Cambiar y dejar lo que uno hace es como pedirle a un martillo dejar de pensar en término de clavos y tablas.

Sin embargo, ¿es preciso cambiar cuando uno camina rumbo a la disolución? ¿Es posible cambiar cuando de ello depende la sobrevivencia? ¿Es necesario?

Poseo sentimientos encontrados al respecto. Uno de mis lados (quizá el dominado por mi formación religiosa) dice que la redención es un imperativo, que si uno no pierde timpo para llamar la ambulancia tras un incendio, uno debe cambiar inmediatamente de rumbo, salir del vaso: correr hacia la vida.

Pero conozco el otro lado. Conozco ese otro lado donde los placeres sensibles lo llevan a uno hacia adelante sin pensar en más cosas que repetir la experiencia una y otra vez. Para sentirnos en el mundo. Para sentirnos vivos.

Gran paradoja, ¿verdad?

La respuesta no es sencilla. Vidas se han aniquilado en la resolución de esta pregunta. Y para mi tristeza conozco de una que así se perdió.

Oja, querida. ¿Qué haremos de nuestras vidas?

¿Qué haremos con nuestras vidas?

Friday, December 25, 2009

PARA DESPUÉS DE LA CENA (1)

Para Oja Mariko. Perdida y espero algún día encontrada de nuevo.

Como suele suceder, cuando las amarras del trabajo cotidiano dan paso a la reflexión sobre lo que el año representó.

Y no puedo obviarlo. El primer tema que sale a colación es el de Alí.

Este blog me ha dado la oportunidad de pensar y reflexionar en torno al impacto de la muerte de Alí en mi vida. Cómo un hecho que parece ya tan lejano y devorado por las arenas del tiempo su eco aún resuena en mi cabeza.

Quizá ahora pueda dedicarme a pensar en la influencia que la vida de Alí tiene para mí.

Pero no sin antes mirar, no sin un dejo de tristeza, que el proceso legal se hunde en el marasmo de los legajos y nuestro sistema judicial que todo lo resuelve a punta de plumazos de trazo bien lento. Una declaración sigue a otra; un peritaje sigue a otro. Pasos en círculos que no llegan a lado alguno que valga la pena. Pero así se administra la justicia en esta patria.

Regresando a mi soliloquio. Quizá el tema que más he olvidado, avasallado por las olas sucesivas de dolor ha sido el amor que por ella sentí.

Pero, ¿qué es el amor después de todo? No descubro cosa nueva con poner el sentimiento amoroso como lo han hecho otros: desde el mero plano de aliviar el impulso del deseo hasta quienes, con la complejidad de un Schopenhauer disectan la necesidad de estar con el otro o la otra... algo que se cuece muy aparte de los hervideros del sexo.

El amor que Alí me alimentó nació casi por accidente. Y quizá por ello se convirtió en algo tan potente. No me esperaba que una chica como ella despertara mis deseos más profundos de querer compartir con alguien algo.

Ese algo era mi vida propia.

No era cosa de llevarla a algún hotel de paso y "hacer la consabida cosa" (como diría Salvador Novo). Lo que nunca cesó de sorprenderme era mi deseo de estar con ella: cocinar con ella, barrer la casa a su lado, viajar con ella, mirar las películas que ella veía, caminar a su lado. Observarla simplemente.

Eran cosas diferentes.

La diferencia radicaba en el pasado; en mi tortuosa historia siguiendo mujeres imposibles y reventando cualquier cosa que tuviera un significado que no tuviera el hierro de mi ganadería.

El amor pues, sólo había sido una cosa muy inventada; figurada primero y luego planificada con cuasi paranoica alevosía. Con Alí, por el contrario, la cosa nació de la sorpresa y de cómo se pespuntó la factibilidad de transpasar los límites de la vengaza para construir algo.

¿Qué era ese algo? Sí. La posibilidad de construir una pareja.

Hay quien podría decir que era una mala elección. Una chica de libre pensamiento, de cultura intensa y de vida atribulada. Una combinación que no llegaría a lado alguno. Sólo sufrimiento y dolor porque, sólo sería la prolongación de la vieja obra de teatro: caballero salva a dama.

Más sufrimiento porque yo me haría cargo de la complejidad de una vida para intentarla llevar a un lado que no fuera el abismo de la destrucción. Se aventuran hipótesis: no ibas a poder. Ella te arrastraría consigo. No tienes las tablas para una labor de tal envergadura. Simplemente destruirías dos vidas en el remolino.

Pero aún así quería jugármela.

Eso es quizá lo que realmente es la nuez de la experiencia amorosa: el deseo de sublimarse en la otra, de atravesar el reflejo líquido en la identidad propia. El querer disolverse un poco para vertir el ser propio en las fronteras de alguien que lo mereciera.

Eso es quizá lo más importante y trascendental. Tocar (así haya sido por instantes que se disolvieron en la nada) la sensación mareante de querer estar con alguien más. Esa posibilidad (que se que en otras personas es factible) es quizá lo más importante del amor que nació entre ella y yo y que terminó en las arenas del olvido.

Se que una parte de mí dirá que eso fueron sólo sombras. Que es absurdo aferrarse a la posibilidad como de algo fácticamente real. Que es infantil apreciar lo que el amor pudo dar a partir de lo que no sucedió, de lo que no cristalizó.

Ante eso, sólo puedo decir que la posibilidad siempre será mejor que la nada. Que la sombra es mejor que la oscuridad que todo lo traga. Que fue mejor amarla y tenerla a mi lado por jornadas fugaces en lugar de nada.

Aún después. Cuando nuestros caminos se separaron, con la tristeza a cuestas. Seguí sintiendo que pese a todo, algo bueno salió de todo. Que incluso la posibilidad fue suficiente; aún cuando mi destino estuviese en otro lado, en otro nadir.

No es todo lo que hubiera querido. Pero una de las lecciones de la vida es que, en ocasiones, lo suficiente basta y sobra.

Y hoy me basta y sobra para recordarla con una sonrisa en mis ojos.

Wednesday, December 16, 2009

HAVE SOME COFEE

Cafe con sabor a cerezas. A mi lado parejas se cuartean y en un padre de familia nervioso trata de explicarle algo a sus cuatro hijos.

Las luces navideñas ponen ante mis ojos la sensacion de que el mundo se mueve en muy caprichosos circulos.

Uno de esos circulos me encierra.

Y me libera.


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AL PRINCIPIO Y AL CABO

Diciembre.

Mes de pachangas, de desmadres, de búsquedas incesantes de significado al calor de las copas.

Yo no me pregunto demasiado. He pasado la época cuando las preguntas me asaltaban sin cesar. Ahora sólo deseo que las respuestas no lleguen demasiado rápido o demasiado violento.

Así ha sido el año. Lecciones que me golpean la frente con demasiada energía. Lecciones que se aparecen y desvanecen. Pequeñas gotas que se evaporan con las emociones. Evocaciones que no se pueden ni deben obviar.

Bajo el pretexto de los últimos días del año me entero de los whereabouts de conocidos míos. Pocas novedades en el frente de batalla. Algunos con hijos, otros sin esposa. Unos iniciando cosas, otros terminando cosas. Pero nada que lleve hacia un sentido claro.

Nada que lleve hacia un lugar dado. Es caminar sin sentido, o con demasiado sentido pero sin propósito.

La vida después de cierta edad se convierte en una sucesión de tonos grises, de pequeñas desilusiones, de esperanzas enlatadas en momentos de sueño mientras miro la televisión. Las dichas se vuelven pequeñas chispas, como las que adornan una mujer saliendo del probador de una tienda o la textura de la nieve de moras con helado de chocolate.

Uno deja de pedir los triunfos incesantes. Uno se limita a vivir con el cambio que le queda en los bolsillos.

Pero se vive... y se puede mirar el atardecer dorado con un vaso de agua mineral en la mano.

Tuesday, December 08, 2009

RETORNO AL CASO

Mi mejor amigo me trae la historia del hecho funesto. Y mis sentimientos son más que contradictorios: por un lado me complace conocer cómo poco a poco su historia permea los puertos estancos de la indiferencia y se dirige hacia la luz de los hechos.

Pero como periodista que soy, no me cuadra mucho la idea de integrar sin señalar un par de cuestiones, que creo valdría la pena indagar.

- ¿Exnovio?: Salvo un artículo de la prensa panameña, no se explica cómo es que una mujer que acaba de dejar a un novio con antecedentes de violencia acude al departamento de este a una fiesta donde además se quedará a dormir.

- Avisos previos: Aunque la declaración del asesino señala que había advertido que cometería el delito, al parecer nadie lo escuchó, o se lo comentó al viento pues al parecer nadie tomó en serio lo que podría suceder. ¿Alguien escuchó estas amenazas?

- La naturaleza de la relación: ¿Qué tipo de relación sostenían ambos?, ¿hasta que grado la violencia y el abuso eran la tónica de la relación? Puedo decir por lo que conocí de Alí, que ella no hubiera permitido desde el inicio que una relación de ese tipo hubiera durado tanto. Sin embargo, quizá había elementos involucrados que llevaron las cosas hasta un punto laberíntico. Esto lo escribo entre comillas gigantes y con toda la ignorancia de quien hace más de un año la dejó de ver, sin conocer siquiera que tenía pareja.

No quiero decir con esto, bajo circunstancia alguna, que Alí mereciera su destino. Me libre el destino de decir una abominación así. Lo que sí quiero decir es que universos nacen cuando una pareja inicia. Incluso en mi caso, una relación como la que tuvimos, nadie siquiera sospechó de su existencia.


Ya nunca sabremos realmente la genésis de este hecho funesto. Sólo tendremos la verdad legal del caso, que cuando mucho será el promedio de dos versiones encontradas.

Es decir, sólo una representación imperfecta de la historia de una relación que terminó del peor modo posible

Sin embargo: Como lo dije desde un inicio. Ya todos estos son recuentos para sublimar la ausencia que aún me duele, como una cicatriz persistente.

Sunday, December 06, 2009

SUPERPODER

Ja

Lo que hacen las tecnologías. Puedo reconstruir, pieza por pieza, historias canceladas que corren como ríos de afluente caprichoso e independiente.

Es curioso, conocer cómo en las diversas frecuencias siempre ha habido historias moviéndose, como sombras. Que bien pudieron haberse quedado como simples murmullos entre auriculares o en el brillo del monitor.

Pero ya no.

Ahora todo es parte de un larguísimo track que puedo leer cual pergamino con el que las referencias nebulosas cobran nitidez, con la que los estados de ánimo se fijan cual imágenes al papel y con el que puedo, después de todo, reconstruir las historias.

No daré marcha atrás, pero es hermoso saber que la felicidad ajena florece, que la esperanza lucha por aferrarse al terreno de la realidad sujeta a la erosión de los días, de los desencantos y de la realidad que se nos estrella ante los ojos día tras día.

Saturday, December 05, 2009

UNTIL TOMORROW, GOODBYE

All it takes to fall
What a quiet world after all
Of the things that you guessed will come
What a moment it was after all
BEIRUT / La Llorona
Reunión con el pasado.

Veo a mis compañeros de la adolescencia. Todos más o menos tragados por la edad, algunos con hijos, otros con más alegrías y tristezas en el saco. Y de entre ellos, VT; una mujer con la que el destino me ha deparado en otros tiempos tristezas y de cuando en cuando momentos de tibio sopor.

Quizá de las pocas personas que he conocido desde la infancia. Un poco loca, un poco cuerda, un poco distraída, un poco centrada y quizá un mucho persistente.

Fue la segunda mujer de la que me enamoré con intensidad adolescente. La primera que me ha ido a buscar a mis cubiles y la segunda que alteró mi existencia al punto en que, como alguna vez lo mencioné, de no haber sido por ese embrionario rechazo, bien pude haber terminado como un ingeniero casado, con hijos y felizmente alienado.

Pero eso no sucedió.

Y allí estaba, del otro lado de la mesa. No diré que bella porque en realidad nunca lo fue. como todos, con los años a cuestas y un sombrero de paja, razgo de su extravagancia habitual.

Y como siempre que nos vemos, el vals conocido: ella acercándose a mi silla mientras yo educadamente le cedo mi asiento a algún amigo y a su pareja o me pongo a platicar con el compañero que no he visto desde hace una década.

Curiosamente, nuestra relación se ha movido en círculos extraños; pero desde hace años lo decidí. Jamás le daré a comprender el daño - beneficio que le causó a mi existencia. Jamás sabrá las heridas que el tiempo acumuló en su nombre. Serán misterio para ella mis razones y motivos.

Nunca comprenderá las transformaciones de mi vida ni la ordalía que inició tras su rechazo una tarde en un anodino salón escolar hace más de 15 años. Hay quien creerá que soy una mala persona, que le niego por lo menos un par de respuestas que calmen el asombro de su rostro cuando le digo que no me busque, que no indague ni mi nombre ni mi paradero.

Así es esto de crecer, de hacerse viejo y de matar de diversas formas las ilusiones de la adolescencia. Quizá esa será la mejor impronta que le puedo dejar: que la gente puede ser tan ojete como rencorosa y memoriosa. Y que yo siempre recordaré con amargura su persona porque el camino que me mostró fue un moridero simbólico del que jamás nunca me podré recuperar.

Esas cicatrices ahora viven conmigo y para mí.

So for now, dear, au revoir, madame
But I vow dear, not farewell
For in time we may have all love's glory
Our love story, to tell

Wednesday, December 02, 2009

ESPEJO INCÓMODO EN IZTAPALAPA

No le entendía mucho al refrán que dice que la historia es una tragedia que se repite en tono de farsa... o algo así. El asunto es que, este rey chiquito instalado en Iztapalapa llamado Juanito, se ha convertido en un buen ejemplo de lo racistas y estereotipados que somos los mexicanos en el fondo.

Juanito no es alto, no es guapo, no es güero; no se le conocen estudios universitarios ni preparatorianos ni nada por el estilo. Su habla es tartajosa y su elocuencia escasa. Y para colmo su apariencia no responde a los estereotipos de belleza aspiracional de esta nación: es chaparro, panzón, moreno, de cabello negro que decora con una banda tricolor.

Come tacos de chicharrón y tamales en la calle; no se niega a una cascarita callejera y no duda en posar junto a fisicoculturistas o llevar una estatua de sí mismo a comer y al sitio donde se hospeda.

Un naco, pues.

Pues bien, ese naco, con todas las taras que le quieran poner encima logró arrebatarle la delegación más importante de la ciudad más grande del país al político más hábil que la izquierda posee entre sus filas.

Hay una teoría que dice que este hombre es un mono de paja, que por una combinación de malas decisiones políticas y tortuosidades judiciales quedó con la delegación Iztapalapa en sus manos y que se la ha pasado dando tumbos cual bola de voleibol, volando de unas manos a otras.

Sorprende a los especialistas que un hombre que demuestra tan pocas luces haya tenido los huevos para desdecirse de su promesa justo a quien menos se lo hubiera imaginado: a su patrón ideológico y mentor espiritual.

La explicación del fenómeno casi siempre se ubica en su propia maleabilidad: se dice que oscuros conspiradores le hablan al oído, le prometen paraísos o le amenazan cual si fuera un crío con llevarle un policía.

Yo, siguiendo la teoría de la Navaja de Occam, me iría por una explicación más sorprendente: detrás de Juanito está Juanito. Es decir, salió más cabrón que bonito.

Sin respaldo académico que le valga, el ahora delegado aprovechó algo que la gente suele olvidar y más aquellos que ejercen cualquier tipo de poder: en la circunstancia adecuada, el destino está en manos de segundones.

Los recaderos que llevan las instrucciones de batalla, los informantes que ponen el dedo acusador entre las sombras, los asistentes que miran al patrón caer a solas en un ataque cardíaco. Esos son los que tienen la capacidad de liberar al héroe de sus ataduras o de precipitarlo al caldero hirviente.

Me temo que desde la izquierda, en uno de sus usuales arrebatos clasistas, se pensó que un hombre de extracción humilde podría ser un tornillo al servicio de maquinarias que estaban más allá de su comprensión. Que con unas palmadas en la cabeza, como mascota política, el hombre cedería el bien que le había sido conferido sin chistar ni remilgar.

Y no lo hizo.

Si me lo preguntan, diría que Juanito, sin más que su instinto político, ha enseñado una lección a quienes ejercen el poder: a un hombre siempre debes ofrecerle una salida decorosa. Quzá eel supo desde el inicio que esa oportunidad dorada sería única en su vida y que mal haría si no la aprovechaba pues sus manejadores seguro lo hubieran arrojado a la primera alcantarilla para que siguiera debatiéndose en la miseria a la que irremediablemente volvería.

Así las cosas, más bien es de extrañar la pendejez de la izquierda que al buscar su tonto inútil se halló a su Némesis.

Y así.