Wednesday, January 06, 2010

PARA DESPUES DE LA CENA 2 (VOLVER CON HANK)

Primero las noticias:

Me informaban que mis colaboraciones ya no serán necesarias en una de las revistas para las que trabajo. Eso mientras me comía un sandwich de salchicha con mostaza, un plato de ajos encurtidos y un vaso de agua mineral. Como podría pensarse, el emparedado adquirió el sabor de la nada.

El primer pensamiento fue, por supuesto, encabronarme. A nadie le gusta que le den las gracias enmedio de la comida. Pero no dije nada. Eso venía con el no contrato que firmé cuando decidí dedicarme a esto del periodismo; la inestabilidad y la posibilidad, siempre perenne, de que alguien venga y cobre menos y te saque del mercado.

Así son estas cosas. Tal cual que para cuando llegué a casa, con una rosca de reyes bajo el brazo, me lo tomé con la filosofía del caso y me puse a trabajar en otras cosas. Sé que estas cosas no son personales y pues, me puse a pensar en algunos editores con quienes he trabajado a lo largo del tiempo: el pasado diciembre, algunos de ellos fueron podados sumariamente. Algunos de ellos con familia y rentas por pagar y quizá con la mensualidad del coche atravesada.

Gente que apuesta, con toda la ingenuidad del mundo a que el sueño de ser periodista da para tener pareja y descendencia, hasta que el sueño se disipa y queda uno como siempre ha estado: desnudo y frente a la fiera naturaleza.

Por ello, vivir en este negocio requiere pelotas para mantenerse al margen, para preparar reservas bajo el colchón, una buena cantidad de libros por leer (por si se atraviesan meses sin tener nada más que hacer) y sobre todo, una vida monástica que pueda resistir el paso de la adversidad sin demasiadas lágrimas.

Pero eso no impidió que me subiera un poco la presión arterial.

... lo que me lleva al siguiente punto.

Entre los libros que a toda prisa leí en las vacaciones se encuentra este, que se promociona como el último libro de Charles Bukowski, uno de los autores que me definieron cuando era un estudiante universitario y que, quizá, me dieron la munición para defenderme como un tipo medio cínico y recluido en su cuarto.

Las aventuras de Hank (el alter ego de Bukowski) eran hilarantes: un hombre que le mete la verga a un florero (y se le rompe en el trance), que se emborracha en cualquier situación; que convierte su infortunio cotidiano en algo brillante al punto que el último tramo de su vida transcurre en una casa con jacuzzi y terraza con vista al mítico Los Angeles.

Una suerte de boxeador viejo, acabado, pero con frases que podía arrojar a los ojos de los contrincantes para distraerlos mientras les propina el puñetazo adecuado para derribarlos.

Y un poco como pasa en estas cosas, tuve una época donde Hank fue mi guía espiritual por los caminos de las letras impresas. Por lo demás, no estaba fácil: seguir la vida de un borracho vagabundo requiere un tipo de valor del que carezco: nunca se me dio la vida al aire libre y los meses que traté de adquirir su dipsomanía quedé con el hígado hecho trizas y por poco y no la cuento.

No por nada, dicen que su lápida tiene como inscripción póstuma la frase don't try.

Pero con el paso de los años, lo dejé de lado, lo traspapelé, como el mismo lo dice. Llegaron otros autores menos cínicos, menos ríspidos o con mayores aspiraciones a poner lo complejo entre las paredes menos manchadas de vómito.

Y ahora, que vuelvo a leer a Hank (en la pedacería de apuntes, trozos, bocetos y menudencias que Gabriel Zaid señala que no debería imprimírsele jamás a escritor alguno) me doy cuenta de que su cinismo y su actitud frente a la vida no sólo eran una estrategia de supervivencia: eran una postura artística, una visión frente al mundo y una actitud de interpretación.

Así, el cinismo se troca algo más profundo: una desilusión con la naturaleza humana, una debilidad que oculta entre coitos con mujeres nada recomendables.

Un hombre que escribe, no un títere alcoholizado, un payaso para exhibir junto con poetas e intelectuales. Es una lectura que le da una muy sana dimensión al dolor y al placer de ser humano en un mundo hostil, como lo ha sido desde la época de las cavernas y hasta hoy, cuando a mis ex jefes los despiden y a mí me mandan a la banca por un rato.

Y así es como me despido de este gran escritor. Dudo volverlo a leer por un buen rato. Llega un momento en que las escenas literarias pueden suplirse fácilmente con las insipideces de los despidos y las amarguras de padecer la vida bajo el quinto sol, moviimento.

2 comments:

Anonymous said...

hermano...para pasar por lo que pasas... se puede ser un periodista.. un empleado...un doctor..una organiza bodas..etc etc.. "la historia de mi vida"....

... no dire "animo"... porque no me gusta que me receten ami la frase... jajajaja... ;) pero ... mejores tiempos vendran... como diría por ahi una canción...

desde Cuevano.. besos

Anonymous said...

mi lic., que le puedo yo decir, ánimo... jejeje y no se preocupe sigue usted teniendo como chingocientas cosas que hacer, que no dejen dinero eso es otra cosa.