Antes que nada, perdón por las tardanzas; a veces el tiempo libre se reduce a un par de horas para dormir trepado en el microbús. Pero aquí me tienen de nuevo ahora en mi fase de analista internacional.
El NO expresado por los franceses en el referendum para ratificar la Constitución Europea llevado a cabo el pasado 29 de mayo fue una debacle en cámara lenta y un ejemplo de cómo la confianza puede destruir hasta a los más seguros de sí mismos. El Presidente de Francia no tenía necesidad de convocar un referéndum, pero en un acto de soberbia y desconocimiento de su propio país Jacques Chirac abrió el camino para que en una situación política adversa, los votantes le dieran una tunda a su presidente aprovechando que se les puso de tapete.
Aún se discute la motivación del electorado para tomar una decisión que ha puesto en entredicho el avance futuro de la Unión Europea y que ha puesto en la mesa de discusión el propósito final de unir a un cuarto de centena de países con intereses y necesidades tan divergentes.
Según algunos expertos, el electorado francés está cansado de sus dirigentes políticos (cosa tan rara), de sus decisiones erráticas y de su cinismo al violar las promesas que prometieron cumplir. Otros más conceptuales piensan que la cosa está en que los franceses percibían que la constitución europea atentaba contra los valores de igualdad y solidaridad social encarnados en el alma francesa. Según esta idea, lo que ocurrió fue que el electorado se espantó ante la perspectiva de una Europa más basada en la competencia y en las leyes de mercado que en la igualdad y la protección del Estado a los más débiles, baluartes sociales europeos.
No faltan quienes postulen que la cosa fue sólo miedo de los franceses ante la llegada de europeos orientales y sobre todo, de la amenazante expansión del Islam que se haría más evidente con la aceptación de Turquía como parte de la Unión en una futura expansión.
Sin embargo la cosa no es tan sencilla. A mi muy humilde parecer (y estando desde este lado del charco) lo que ocurre es una combinación de elementos. Por un lado en las docenas de foros de Internet aparecidos al calor de los debates permea algo que a los ojos mexicanos suena familiar: la gente estaba cansada de Miterrand no porque fuera un mal presidente, sino simple y sencillamente no había cumplido lo que prometió. De sus propuestas para recuperar el empleo sólo quedaron algunos adefesios como la reducción de las jornadas laborales para abrir nuevos puestos laborales.
Por otro lado, la gente se queja de que la Constitución europea se había vuelto un documento demasiado difícil para poderlo analizar de manera sencilla y pronunciarse al respecto. Desde este lado del océano concuerdo con ello. No puedo comprender el funcionamiento de la Unión Europea ya que se superponen tantas instancias de poder y se entrecruzan con los dominios de las soberanías nacionales de una manera tan compleja que es francamente difícil entender si lo que se está haciendo beneficia o perjudica al ciudadano común y corriente. Además, las quejas se concentran en una cosa muy puntual: la redacción del documento se hizo a las espaldas del pueblo, concentrados exclusivamente en las necesidades de la burocracia y de los profesionales de la política. He aquí un caso de mala comunicación política ya que quizá con explicaciones más claras de lo que se estaba haciendo hubiera sido posible traer más gente hacia el voto positivo.
Tampoco los promotores del SI hicieron una tarea decente. Ocurrió que no pudieron (o no quisieron) explicar de manera clara y sintética las ventajas de la aprobación de la Constitución Europea y se limitaron a invocar el voto del miedo y señalar que el rechazo del documento tendría nefastas consecuencias para Francia y para Europa en general. Esto dejó abierto el camino para que los partidarios del NO establecieran mensajes clave que golpearon de frente la conciencia de la gente: menos empleos, más subempleo proveniente de las zonas deprimidas de Europa (se recurrió a la figura de un ejército de plomeros polacos que le quitarían el empleo a los nacionales) y en general los miedos xenófobos de cualquier cosa que implique apertura.
En fin, la cosa es que después de la tormenta, en Bruselas (sede de la Unión Europea), los platos rotos se esparcen por el suelo. Ahora se piensa en poner en el congelador cualquier plan de expansión europea (dígase Turquía) y detener el proyecto de la COnstitución Europea hasta nuevo aviso. Y sin embargo, parece que no todo es tan malo como suena. Después de este descalabro parece que en toda Europa se extiende la idea de pensar mejor las cosas antes de seguir adelante. Quizá no fuera una pausa esperable pero me parece que es bueno reflexionar con profundidad lo que se quiere.
NOTA PERSONAL.
Felicidades Judith por tu bodorrio. Estuvo de pelos verte tan feliz como lombriz y pues que te diviertas harto en esta nueva época en compañía de tu marido y de la gente que te quiere. Por lo pronto de nuevo pido ¡salud!, por ti. Que siga la poesía dando.
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