Sunday, September 30, 2007

VIVA MI DESGRACIA, EN HD

Una casualidad. Mientras en la televisión veía un documental de Discovery Channel acerca de México (que prometía ser un análisis del México de hoy), estaba leyendo un ensayo del pensador Ugo Pipitone acerca de la calamitosa situación sociocultural que nos llevó a esos dos fenómenos letrísticos llamados APPO y AMLO.

En fin, la cosa es que, primero, el documental me decepcionó. En toda la gloria de la alta definición, Discovery Channel nos descubrió al mundo como una nación... de mariachis, mole, toloache, luchas, días de muertos, mariposas monarca, fiestas de quince años, brincadores de acantilados acapulqueños, sol, selvas, petróleo, ritos aztecas, ruinas arqueológicas y über alles; la virgencita de Guadalupe.

El cliché mexicano en todo su esplendor.

Me pregunto, ¿dónde está el México que hace ciencia?, ¿dónde el México que desborda sus fronteras en otro sabor que no sea el amargo inmigrante?, ¿el México que quiere participar del diálogo de las naciones? Una vez más, el cliché.

Las únicas pizcas de modernidad fueron la semblanza de una quinceañera waterpolista, el escultor Sebastián (autor de esperpentos urbanísticos como la Cáscara de Plátano en Bucareli y Reforma), así como una cocinera que le imprime actualidad a la cocina mexicana deconstruyendo el mole y echándole toloache al agua de jamaica. ¡Ah! Y el reconfortante ejemplo de unas señoras esposas de migrantes que ponen una fábrica de nopales.

Me imagino que el problema de titular un documental de dos horas como "México" implica que encerrar a un país en 120 minutos es un riesgo demasiado amplio. Sin embargo, me temo que el documentalista (casi daría doble contra sencillo que un europeo) se fue con la idea de que México es poco más, poco menos, semejante a lo mostrado en la película Los tres caballeros de Walt Disney, donde el representante mexicano tenía por nombre Pancho Pistolas y su pasatiempo era romper piñatas a balazos.

Lo cual me lleva al ensayo de marras. Pipitone no se anda con las ramas y en una cáscara de nuez pone sobre la mesa dos temas indispensables: nuestra morbosa fascinación ritual con el pasado y sus adláteres; y el sistema político que, cual océano de chapopote, ha perpetuado lo peorcito de nuestra civilización, transformándonos en una nación de inmovilistas, temerosos de lo de afuera, especialmente del gringo que, como dice Jean Meyer, despreciamos pero nos interesa demasiado.

En fin, como siempre lo he sostenido, si queremos ser una nación que valga más que un sombrero de charro, es preciso abrazar la modernidad. Sí, yo también pongo mi ofrenda de muertos cada noviembre y me encantan los tamales del día de la Candelaria, pero carajo, ya es hora de hacer algo diferente, que nos conozcan por algo más que por los frijoles charros y el son de la negra.

No comments: