Quizá pocos lo sepan a esta hora de la mañana pero, este domingo la historia de la televisión mexicana ha sido víctima de un terremoto. En Familia con Chabelo no se transmitió, y lo que es peor, ni siquiera se grabó.
A lo mejor sólo algunos padres con niños chiquitos ya se dieron cuenta de la situación pero el hecho es que en los 37 años que el programa se ha transmitido, sólo tres veces se ha suspendido y si no mal recuerdo, dos de ellas han sido por enfermedad del conductor. Lo que algunos periódicos han señalado es que un problema de programación ha sido el que desencadenó la crisis y que todo parece que lo que estamos viendo es el final del que quizá ha sido el programa con mayor duración en las pantallas mexicanas. Pero más allá del chisme, quisiera anteponer mi experiencia personal.
Y aclaremos un punto, no voy a cubrirme con el hipócrita pretexto de que yo de niño jamás vi el programa y que me la pasé leyendo las obras completas de Emilio Salgari entre vasos de jugo de naranja. Nada de eso, al contrario, mi hermana y yo molestamos a nuestros padres innumerables ocasiones al levantarlos a las siete de la mañana para que pudiéramos ver a Chabelo en la tele de su recámara. Y fue una experiencia irrepetible, inolvidable (al menos para mis padres) y muy satisfactoria. Sin embargo, trato de recordar la razón por la que nos parecía un magnífico programa pero no lo puedo recordar, es como si entre catafixias se me hubiera borrado el cassete con esa parte. Pero ahora que lo pienso era un programa muy extraño (al menos para los estándares infantiles) para que gustara.
Veamos: el protagonista (al menos como lo recuerdo) ya era un hombre en la cuarta década de su vida que usaba un muy ridículo traje con pantaloncitos cortos y que impostaba la voz como para parecer un niño en una edad de entre los 5 y 9 años de edad. Los concursos eran bastante sosos: cosa de llevar o traer de un lado al otro lado del estudio objetos como globos o cajas misteriosas. Aunque en su favor debo decir que los juegos nunca atentaron contra la dignidad de los menores, como lo hacen ahora multitud de programas que no dudan en arrojar a los niños concursantes en cosas como albercas de moronga o hacerlos cruzar campos de pruebas tipo militar para arrojarlos al final en costales con harina.
Los premios no tenían nada que ver con el imaginario cultural infantil puesto que creo que no hay infante que a los 8 años le emocione la idea de ser obsequiado con una sala o un juego de comedor. Pero así era la cosa y así nos encantaba. Aunque claro, también hay que agregar que las chicas que lo acompañaban de bailarinas y asistentes también usaban los mismos pantaloncitos cortos (y que rozaban las fronteras del "hot pants") lo cual al pasar el niño de la infancia a la prepubertad, quizá despertaba los primeros pensamientos lúbricos
No recuerdo por qué ni cuando dejé de ver Chabelo, pero supongo es que a cierta altura de la vida lo que a uno le hace gracia se convierte en algo ridículo y yo creo que así sucedió con el buen Chabelo. Pero cuando entré en la adolescencia tuve primos que comenzaban su fascinación por el personaje y por sus canciones al final del programa. Así sucedió con la generación de mis padres, mi propia generación (no se hagan los occisos) y con la de mis primitos, pero parece que con mis hipotéticos sobrinos la cosa ya no será así.
Y no sólo porque el hombre ha envejecido (hace algunas semanas lo vi conduciendo el programa desde una silla de oficina con rueditas después de una intervención quirúrgica) e incluso él morirá, sino porque, quizá ante los ojos de sus patrones mismos en Televisa, el programa les es innecesario. En una época donde hay caricaturas las 24 horas del día, cuando los niños viven una existencia alterna en Internet; cuando los héroes infantiles del momento son una runfla de escuincles tatuados y escuinclas en perversitas microfaldas colegialas y botas, ¿qué espacio le queda a la catafixia? Sin tener los ratings en la mano, me atrevo a pensar en que a la empresa dejó de pensar en ese programa como algo rentable, pese a que (no se puede negar) fue quizá el primer infomercial dedicado específicamente al público infantil. Dado el pragmatismo de Televisa, que echó por la borda a algunos de sus más fieles soldados como la dinastía Zabludovsky sin mayores lágrimas, no me parecería inimaginable que pudieran tener los arrestos para, pretextando un asunto administrativo, sacar del aire a Xavier López y dedicar el programa a promover un par de horas más productos como animadores de la erección masculina o picadoras de verduras hechas en Taiwán.
Apenas es domingo por la mañana y el destino del programas es incierto por lo que es posible que todo vuelva a la normalidad en poco tiempo o que el programa reaparezca en otro lado. Pero lo cierto es que el Fidel Velázquez de la televisión mexicana (así lo llamé en uno de mis primeros artículos hace más de 8 años) parece estar viviendo los últimos momentos de su carrera. Por lo que sea y pese a lo que haya sido, gracias Chabelo por las desmañanadas de los domingos.
COMENTARIO POETICO
La Suprema Corta de Justicia, en uno de los fallos menos afortunados, negó la protección del amparo al escritor Sergio Witz, demandado por un tal Abel Santacruz Menchaca por el presunto delito de "ultraje a los símbolos patrios" al haber escrito un poema denominado "La patria entre mierda". Este asunto, de claros tintes patrioteros y oscuras intenciones represivas deja establecido de antemano que en nuestro país siguen existiendo temas tabú, aunque en este caso, es de temer que las autoridades tengan que determinar aquello que es patriotero o no. Sin embargo, creo que el Sr. Witz no hizo algo demasiado escandaloso en realidad, todavía recuerdo una exposión en la que un artista se realizó un autoretrato con una bandera nacional insertada en su ano. No hemos visto ni leído nada aún.
Y como George Orwell dijo que "la libertad de expresión es el derecho a decir lo que otros no quieren oir", el poema de marras. Salud para todos.
Yo
me seco el orín en la bandera
de mi país,
ese trapo
sobre el que se acuestan
los perros
y que nada representa,
salvo tres colores
y un águila
que me producen
un vómito nacionalista
o tal vez un verso
lopezvelardiano
de cuya influencia estoy lejos,
yo, natural de esta tierra
me limpio el culo
con la bandera
y los invito a hacer lo mismo:
verán a la patria
entre la mierda
de un poeta.
PD
Me acabo de enterar que este mismo personaje (Abel Santacruz) también demandó a quien resultare responsable por haber "mochado" el águila nacional, elemento gráfico empleado en la publicidad del gobierno federal. Interesante.
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