Para Meztli, DonQ y Pas, por el momento fortuito
España amanece en estos días con novedades de su frente sur. Y usé el término militar a propósito porque en estos días los énclaves españoles de Ceuta y Melilla (ubicados entre Marruecos y el Mar Mediterráneo) sufren, literalmente, los embates de una marea humana.
El procedimiento es aterradoramente sencillo: cientos (y quizá miles) de personas se encuentran arremolinadas junto a las rejas que separan al primer pedazo de Europa del continente africano. Al caer la noche y armados con rudimentarias escaleras, los migrantes literalmente se descuelgan del las alambradas y en tropel se lanzan corriendo hasta alcanzar las ciudades respectivas de Ceuta y Melilla. Lo que ha despertado la alarma entre los residentes de estas zonas es que las intrusiones no han sido de uno o de dos migrantes (conocidos por allá como subsaharianos) sino que han sido verdaderas avalanchas humanas de entre 500 y 700 personas que saltan la valla simultáneamente en la idea darwinista de que si no pasan todos, de menos algunos puedan llegar a tierra española.
Obviamente las cosas no son tan simples: el enrejado está coronado de afiladísimo alambre de púas, la alambrada mide entre 3 y 6 metros de altura y miembros de la guardia civil española la patrullan constantemente, apoyados con el uso de cámaras de video, sensores de movimiento y todo lo que la tecnología puede ofrecer para evitar el paso clandestino de personas. Pero eso no atemoriza a los migrantes, quienes simplemente hacen escaleras de palos hallados en los bosques cercanos y brincan; los más afortunados armados con guantes de carnaza, los demás, con la piel de sus propias manos.
Quizá lo más dramático de la situación es la futilidad del acto. A sabiendas o en el desconocimiento, sucede que llegar a estos énclaves no tiene utilidad alguna. Geográficamente siguen estando en Africa y trasladarse hacia el continente por barco o por avión representaría el poner en evidencia su nacionalidad (o mejor dicho, la carencia de ella). Sin embargo eso no ha detenido a los migrantes, quienes se encuentran en este momento agazapados literalmente a las puertas de Europa.
Pero, ¿quiénes son estos migrantes que conforman la ola humana? De los reportes periodísticos se ha sabido que dentro de la masa de personas se encuentran habitantes de al menos una docena de naciones africanas, tan lejanas como el Congo y tan cercanas como Argelia. Algunos han llegado hasta aquí empujados por la pobreza, otros huyendo de guerras, persecusiones étnicas y conflictos que desangran el continente africano mientras que algunos más simplemente llegan atraídos por el aroma de la prosperidad económica europea que brilla en las pantallas de televisión de todo el mundo. Sin embargo, el común denominador es que han comprado un boleto sólo de ida y que para ellos no hay regreso posible a sus lugares de origen. Las pocas historias de éxito que se cuentan unos a otros son demasiado atrayentes como para poderlas echar en saco roto, además de que para muchos, ni siquiera hay un lugar donde regresar pues la violencia les ha robado incluso un lugar estable en el mundo.
Del lado español, esta ola migratoria parece atemorizante. Es comprensible si tomamos en cuenta que en Melilla la población es de apenas 60 mil personas, por lo que una marea humana de 700 personas representa más del 1% de la población de la ciudad. Es como si a la Ciudad de México llegaran en una noche 170 mil personas. Además, salvo algunas organizaciones no gubernamentales dedicadas al tema del racismo y el tráfico de personas, la opinión pública no se muestra muy entusiasmada con recibir a miles de inmigrantes nada más por humanitarismo. Algunas voces han llamado a la memoria de que hasta hace algunas décadas (fines de los 60), los españoles también exportaban pobres hacia las economías desarrollados de Europa para que trabajaran de criadas, albañiles y obreros, pero en general la gente percibe que la mejor solución es ponerle trancas a la puerta y esperar a que pase el vendaval.
Además, existe el componente geopolítico. Ceuta y Melillas son énclaves reclamados por el gobierno marroquí desde la década de 1980 y hace un par de años se sucitó un desagradable incidente cuando unos policíás de Marruecos tomaron posesión a la brava del islote de Perejil y del que fueron desalojados a la fuerza. Se especula que el vecino árabe de España se encuentra tras bambalinas de esta crisis migratoria y que está usando a los migrantes como fuerza de presión para sentar a los españoles y discutir el asunto de la soberanía de dichas ciudades. Sin embargo, los reporteros aparecen de nuevo con sus informes y señalan que, más que una acción concertada, el flujo migratorio que llega a las puertas de Europa lo hace gracias a diversos problemas que en esta parte del mundo nos suenan conocidos: corrupción, pobreza, ineptitud gubernamental y la globalización que hace su prescencia en todos lados.
APUNTE NACIONAL: DOS DE PACTOS
Hace un par de días el Castillo de Chapultepec se convirtió en sede de la firma de un acuerdo de larguísimo nombre (Acuerdo Nacional para la Unidad, el Estado de Derecho, el Desarrollo, la Inversión y el Empleo, ANUEDDIE) en el que docenas de destacados ciudadanos (que son los que cuentan en esta patria nuestra) suscribieron una suerte de petición para que el gobierno se solidifique de la masa gelatinosa que es hoy día, los políticos se pongan a trabajar y los candidatos a la presidencia de la república se comprometan a respetar lo resultados de las elecciones, y de paso cumplir con lo que prometen en campaña.
Me declaro escéptico.
A lo largo de este sexenio (y quizá desde que tengo uso de razón) cada determinado tiempo los políticos se reúnen en algún lugar de "gran valor simbólico" como el Museo de Antropología, el Castillo de Chapultepec, el Palacio Nacional o en su defecto, en algún salón de postín con el fin de suscribir un pergamino bautizado rimbombantemente como Acuerdo en el que expresan sus deseos de que nuestro país ya no sea objeto de calamidades sin fin y con la intercesión de la Virgencita de Guadalupe podamos ver un futuro mejor. Enmedio de los flashes se afirma la fe en el documento (en ocasiones llamado pacto, en otras acuerdo), se aplaude a raudales, aparecen meseros con copas de vino espumoso y todos se van a su casa pensando que ahora sí, el país podrá ponerse a caminar.
El problema es que al día siguiente las transas prosiguen, los abusos continúan y los actores firmantes (o en su caso comprometidos por el contenido de lo firmado) se dan a la tarea de usar los acuerdos (impresos generalmente en hoja de pergamino) como papel sanitario. Tal vez desde que se firmó la capitulación de México frente a los gringos en la guerra de 1847, estos actos protocolarios nunca han pasado de ser eso, meros eventos de pavoneo y donde se cristalizan buenos deseos al ritmo de los bocadillos masticados. Y este último acuerdo recorre el mismo sendero: hasta donde me enteré no hubo político (fuera de la Presidencia, que en lugar de avergonzarse, aplaude como si no le concerniera la debacle que vive la nación) que quisiera reaccionar ante en hecho, o siquiere que demostrara un acuse de recibido.
Además, como los objetivos del ANUEDDIE son tan etéreos, nadie se siente en obligación de ofrecer algo conreto al respecto y todo se queda, como decía un tíó campirano, en agua de borrajas. Ni la prescencia del Sr. Slim las cosas pudieron verse afuera del chiste realista de que Todo México es territorio Telcel. A ver que pasa, pero mi sentido escéptico es demasiado sensible a ello.
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