Friday, February 17, 2006

POR UNA MANZANA MEJOR

Pues bien, ya comentaba la semana pasada acerca de las vicisitudes de mi grosero capitalismo. Pues bien, como fruto de mi incansable labor como panegírico de la explotación del obrero intelectual, es que me he hecho propietario de una bella, pequeña, veloz y deliciosa Mac Mini . Cosas de la vida. Cuando compré (bueno, mis padres) mi primera Mac hace unos 10 años, la máquina (si no mal recuerdo una Performa 570 o algo así) era ni más ni menos que un armatoste de dimensiones más que respetables: una máquina que pesaba quizá unos 15 kilitos sin problema alguno, y eso sin contar con el módem que venía aparte (y que por una tragedia meteorológica fue víctima de un rayo fulminante.

Luego vino la ostra: una computadora que compré con los ahorros de mi primera liquidación, una iBook G3 de 500Mhz y flamantes 128 Mb de memoria en RAM. Esta fue una computadora que he apreciado con todo mi corazón porque me acompañó a mis primeras andanzas en el mundo del desempleo, con la que redacté mis primeras notas periodísticas para la revista Cambio hace ya casi media década y que me acompañó en mis incursiones poco exitosas en el mundo del emprendedor por causa del desempleo.

Sin embargo, media década más tarde, los avances de la tecnología son inefables, y aunque la iBook se defendió como las grandes (con la ayuda de un par de chips de memoria y de unos pesos arrancados a la vida del freelance), su tiempo llegó sin prisa ni pausa. Como sucede con aquellas cosas que usamos a diario, comenzó a ponerse lenta y achacosa, el monitor comenzó a perder el brillo lozano, la pantalla de 12 pulgadas ya no era pieza para la enorme cantidad de información que tengo que estar procesando cada día, y para colmo de males, en la última actualización del software me vi obligado a borrar buena parte de mi archivo personal de música. Era tiempo de pasar al siguiente nivel.

Y aquí estamos, como si nos estuviéramos mudando de casa, yo en esta madrugada instalando la máquina, poniéndola a punto para que comience a rendir sus frutos y que los programas funcionen cual debe ser. Pero no me he olvidado de mi vieja ostra. Se encuentra esta noche aquí a mi lado, esperando serenamente, como lo ha hecho en las noches de insomnio desde hace media década. Gracias ostra. Gracias por la chamba realizada. Muy agradecido por los momentos chidos y por las sesiones de Sim City. Gracias por enseñarme a tener paciencia y ser un escritor. Una pena que ya no podamos seguir caminando juntos, pero no te preocupes, aquí la nueva Mac Mini se encuentra a la orden y de seguro me dará muy buena batalla en los años por venir y no te apures, en una de estas y nos acabamos yendo de viaje de vez en cuando.

Gracias ostra.

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