Pues bien, el IV Foro Mundial del Agua concluyó y como dicen por allí, aquí se rompió una jerga... y cada quién para su casa. Siendo crítico con el evento, debo decir que me decepcionó notablemente la carencia de sustancia. Sí, hubo interesantes ponencias; sí, hubo planteamientos serios y muy detallados sobre la forma de lidiar con diversos problemas relacionados con la extracción, manejo y administración del agua. Sí, hubo protestas valiosas que llamaron la atención sobre la en ocasiones desastroza política hidráulica que produce problemas como la construcción de presas que destruyen ecosistemas completos y a sus habitantes.
Sin embargo, debido a que los documentos firmados al final del evento no tienen más valor que el que cada representante nacional quiera darle, es casi seguro que terminemos con un cerro de hojas de papel (yo tengo uno junto a mi escritorio) con muchas palabras acerca del agua, pero muy pocas acciones directas. No digo que haya tenido que hacerse una cumbre que definiera el futuro del agua (eso es casi imposible al día de hoy), pero con un evento más modesto nos podríamos haber ahorrado algo de los más de 10 millones de euros que según el reporte de hoy en Televisión Española, se gastaron en esta onda. Por cierto, ¿cómo es que el costo del foro primero ha sido difundido en medios internacionales que en México?
Sin embargo, no hubo pérdidas totales. Como periodista freelance, obtuve muy buenas ideas, hice algunos contacto interesantes y me di cuenta de lo crítico del recurso acuífero al punto en que ahora en verdad me fijo a la hora de cerrarle a la llave del agua. Pero además, me quedó en la cabeza una idea muy clara.
El debate sobre la cuestión de privatizar o no el agua es una necedad. El agua puede ser tan gratuita como el aire, pero si no se saca de sus reservorios, se potabiliza y entuba, su utilidad es la misma que la de un lingote de oro en una isla desierta. Dado que cada vez hay más gente que demanda agua y que este es un recurso cada vez más escaso y frágil, la única manera de mantener el suministro constante es invirtiendo (y mucho) en tecnología para mejorar la extracción, disminuir al mínimo las pérdidas y extender las redes de distribución, y señores, eso cuesta dinero. En la expo del agua vi tecnología que permite disminuir casi a cero las fugas de agua y crear ciclos cerrados donde ni una gota de agua se vaya al desagüe sin al menos haber servido un par de veces. Pero crear esa tecnología cuesta, y mucho. La idea de que el agua es un recurso al que todos tenemos derecho suena muy bien y tranquiliza las conciencias pero el hecho es que hay que pagar, y mucho, para que el agua llegue.
Irónicamente, de una manera u otra, todos acabaremos pagando el agua. Si se mantienen las empresas públicas con sus subsidios y uso discresional, los contribuyentes pagamos indirectamente al tapar los hoyos de los déficits y las administraciones ineficientes. Vamos a pagar de todos modos si una empresa privada potabiliza el agua; al menos hasta donde tengo idea, ni los que cavan los pozos, quienes instalan las tuberías o los que llevan la cuenta del agua recibida; nadie lo hace por amor a la humedad. Además, pensar románticamente que el consumo de agua disminuirá sólo con buena voluntar y campañas de "concientización" es simplemente ingenuo. Si mal no recuerdo, hace 20 años se hizo la más célebre campaña por la conservación del agua (la del gordito que decía ¡ciérrale!), ¿consumimos menos agua por ello?
La ecuación es simple, se necesita tecnología, la tecnología cuesta y alguien tiene que pagar por ella. Y ese alguien, creo, tiene nuestro rostro.
No comments:
Post a Comment