Saturday, April 01, 2006

LEY DE MEDIOS, ¿Y EL TELEVIDENTE?

Pues bien, después de una de las más fieras batallas políticas de la historia, finalmente se aprobó una serie de reformas al régimen de propiedad de medios de comunicación, una reforma titulada como Ley Televisa para sus detractores, por sus impulsores como INICIATIVA QUE REFORMA, ADICIONA Y DEROGA DIVERSAS DISPOSICIONES DE LA LEY FEDERAL DE TELECOMUNICACIONES Y DE LA LEY FEDERAL DE RADIO Y TELEVISIÓN (perdón por las mayúsculas, pero me dio flojera reescribir el título completo).

La aprobación de esta iniciativa ha causado un enorme jaleo en los medios de comunicación; y como no, siendo que esta iniciativa de reforma (que no es, como algunos lo plantean una ley totalmente nueva, sino una serie de parches a la Ley Federal de Radio y Televisión y a la Ley Federal de Telecomunicaciones) modifica de manera radical la forma en que los concesionarios hacen uso del espacio radioeléctrico nacional. Dos bandos se configuraron alrededor de esta ley: unos diciendo que era una modificación hecha al gusto de grandes televisoras, mientras que otros (a mi juicio, con más tibieza que convicción) diciendo que era una reforma a medio gas pero que era preferible a la anarquía precedente.

¿Hay anarquía en la radio y la televisión mexicana? Pues quizá la cosa no esté al nivel de Somalia (donde los operadores de medios se ponen de acuerdo con los señores de la guerra para instalar antenas), pero como muestra basta un botón: de entre las señales de la televisión abierta de la Ciudad de México (ojo: la Ciudad de México, no San Pedro de los Saguaros) existe la misteriosa señal en la frecuencia del canal 28 en la banda UHF que se anuncia como XHRAE, que hasta hace poco sólo emitía videos sin comerciales más que de una línea aérea. ¿Quién es el dueño del canal? Nadie lo sabe y los pocos intentos de averiguarlo han terminado con las puertas cerradas de... la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que se ha negado sistemáticamente a decir quién es el dueño de este canal.

Si esa clase de irregularidades van a ser paliadas con la reforma de medios de comunicación, creo que la cosa no estará nada mal.

Pero también quiero decir que este asunto ha sido muy peleado entre políticos y dueños de medios de comunicación, que se disputan el control de un potencial negocio multimillonario derivado de la introducción de tecnologías digitales en la transmisión de señales televisivas. Alta definición, digitalización de señales y conceptos semejantes hacen que muchos se relaman los bigotes de ambición pues el proceso de la introducción de señales digitales potencialmente dejará libres frecuencias en el espectro en las bandas AM, FM, VHF y UHF que pueden ser empleadas para transmisión de Internet inalámbrico, nuevos sistemas de telefonía y mucho más. Es una tajada que vale su inasible peso en oro.

Por ello empresas públicas y privadas se han trabado en un clinch de box que dejaría atarantado al mismísimo Mohammed Alí. Unos quieren que se les de chance de aumentar su participació sin meter un centavo extra mientras que otros no quieren ser sacados de allí a la fuerza. Un coctel molotov.

Sin embargo, más allá de esta rebatinga y después de haber leído el texto abstruso de la reforma, creo que hay un asunto de fondo que ninguno de los medios reclamantes tomó por los cuernos: esta reforma no le sirve al telespectador o al radioescucha. Así es, y perdonen los partidarios de cada uno de los bandos por decirlo así. Esta serie de reformas no benefician al auditorio por la sencilla razón que lo que menos les importa es su bienestar.

Me explico: nada de esta reforma tiene como objetivo mejorar la calidad de la programación televisiva. Encontramos cuestiones referentes a la propiedad de los medios pero nada acerca de salvaguardas para telespectadores. Más allá de una tímida bonificación en tiempo de comercialización a cambio de promover (nebulosamente) la producción independiente nacional, no hay nada que realmente pueda hacer una tele o una radio mejor.

Algunos podrán decirme que la apertura a nuevas frecuencias será el mejor garante de la diversidad y la calidad en los medios de comunicación, a lo que yo les respondería, ¿les cae? Pensar que más empresas de comunicación son garantía de calidad me parece esperar que del cielo caigan generosos empresarios desinteresados que estén dispuestos a gastar enormes cantidades de dinero para financiar proyectos mediáticos atrevidos, experimentales, innovadores pero de audiencia limitada y escasa publicidad. En otros foros lo he dicho y aquí lo sostengo: el que haya más competidores no significa que la oferta sea de mejor calidad; quienes tienen los recursos para hacer la inversión en nuevos canales podrán ser progresistas y librepensadores, pero como nos enseñó Javier Moreno Valle con su experimento del Canal 40, los sueños sin dinero sólo son fuente de amarguras y finales descorazonadores.

Así pues, creo que esta reforma no fue ni ave ni pescado, pero como suele pasar, todos mentaron madres, fueron felices y comieron hartas perdices.

Seguiremos en el tema.

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