Sunday, June 04, 2006

DOS DIAS PARA PENSARLO

Apenas vengo de pasar un par de días en un hotel - spa de Cuernavaca, sufriendo los rigores del periodismo (un hotel con un jacuzzi sultanesco, estanques con pececitos, bufet de comida orgánica y habitación con sonido ambiental de cantos de ballenas sin televisión) y atendiendo un seminario bastante interesante, cuando a mi regreso la ciudad me recibe con sus brazos abiertos... descomponiendo el microbús con el que llegaba a casa y regalándome un chubasco a medio camino.

Nada es gratis en esta vida.

Regresando a los debrayes de un servidor, tenemos como novedades del día los preparativos de los partidos políticos hacia el debate del día martes; mientras que un artículo de Enrique Krauze causa oleajes debido al trabajo bibliográfico que le dedicó a Andrés Manuel López Obrador (http://www.letraslibres.com/index.php?art=11289).

Sin entrar a la disección del artículo (que debería estar a cargo de historiadores de profesión), me pongo a pensar lo importante que la biografía de un personaje público influye respecto de lo que le sucede en el futuro. Esa biografía se complementa por un interesante documental sobre el experimento tabasqueño a principios siglo de un cacique revolucionario llamado Tomás Garrido Canabal, y emitido por desgracia, en las altas horas de la madrugada.

Impresiona saber lo que puede hacer una persona cuando todos los hilos del poder se encuentran en su mano. El tal Garrido Canabal se lanzó a un experimento intentado siglos atrás por Vasco de Quiroga en Michoacán y décadas despúes (con horrorizantes resultados) en Camboya: crear sociedades nuevas, de hombres limpios de todo pecado, de todo atavismo y llenos de un viento nuevo, puro y sobre todo, justo y progresista. Los resultados nunca fueron duraderos (en Michoacán los virreyes se encargaron de arrasar el experimiento social de Tata Vasco), mientras que en Camboya el regimen de los comunistas lidereados por un tal Pol Pot creó un genocidio que se cobró ni más ni menos que el 20% de la población nacional, pasando al paredón personas cuyo pecado era tener gafas o saber leer.

En cuanto a Garrido Canabal, el hombre decidió abolir la religión y otros vicios como el alcohol y las francachelas. El problema es que lo hizo, no convenciendo a la población u obteniendo su aprobación, sino organizando a la población de manera vertical (es decir, a huevo), creando un sistema educativo acorde a la visión del cacique, aboliendo la religión, prohibiendo el alcohol y formando un movimiento de masas (llamados camisas rojas) para mantener la pureza del movimiento y el acatamiento de sus dictados revolucionarios. Años después, su fanatismo antirreligioso lo llevó a ordenar una matanza de católicos en 1934, aunque su error fue llevarla a cabo no en sus tierras, sino en la Ciudad de México, donde su influencia no era tan poderosa y terminó por sellar su camino rumbo al destierro en Costa Rica, donde murió.

El problema no radica en las ideas que los hombres en el poder tengan; al fin y al cabo había monstruos como Hitler que era vegetariano, mientras que se dice que el presidente americano Ronald Reagan era fanático de horóscopos y pitonisas. El problema (y quizá el auténtico peligro) es cuando un país carece de contrapesos que permitan poner límites a las ideas y las excentricidades del poder. A mi no me preocupan los planes de Calderón, Madrazo, El Dr. Simi, Paty Mercado o el Peje; a mi lo que me pone los pelos de punta es que el ánimo de las elecciones se ha vuelto tan complejo que es posible que a la larga, los sistemas de control del poder ejecutivo penosamente construidos en las últimas décadas terminen demolidos por efecto de la erosión política estimulada por nuestros propios gobernantes.

Apunte personal: un año de lluvia
Ha pasado un año desde que tomé algunas decisiones en mi vida. Perdí a una persona muy amada, mientras que decidí cortar por lo sano otro vínculo sentimental que llevaba pudriéndose más de una década. Ha pasado el tiempo y, cada vez más cerca de mi tercera década de vida pienso que no hay mal que por bien no venga. No diré que he adquirido un conocimiento zen de la existencia, pero al menos puedo caminar por la vida sin sentir que tengo amarradas las manos frente al destino.

Pero a veces la soledad se presenta. Ni modo.

1 comment:

Anonymous said...

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