Thursday, April 30, 2009

SEGUIMOS INFLUENZADOS

En lo personal, sigo encerrado en mi casa, a piedra y lodo. Pero el mundo sigue dando vueltas sobre sí mismo y, dado que no soy experto en epidemiología, me gustaría hablar de asuntos accesorios:

- Gobierno bajo presión: Es curioso, pero en todo el país, los gobiernos se están encontrando bajo una situación inédita donde deben actuar de la manera en la que usualmente no lo hacen: eficientemente y a toda velocidad. Hasta ahorita todos han reaccionado bien , al compás de la música vertiginosa y sin chistar. Eso es bueno. Sin embargo, se nota que el gobierno federal y los gobiernos locales se encuentran cada vez con más complicaciones: no es fácil ordenar cierres súbitos de comercios, de casi todo el sector entretenimiento y del sector turismo.

Obviamente el tamaño de la amenaza lo justifica. Cualquier gobierno debe haberse sentido acojonado ante la perspectiva de tener tan sólo el 1% de su población enferma. ¿Qué pasaría si, como en otras epidemias, se enfermara en 30% de la población? El municipio donde vivo hay 500 mil habitantes, el Distrito Federal tiene 9 millones de habitantes.

No lo pensaron dos veces.

Sin embargo, los daños causados a la economía serán terribles. Millones de pesos se pierden día con día: desde mi amigo rockero cuyas tocadas fueron canceladas hasta las sexoservidoras que se han quedado sin demanda de sus servicios. Hasta el sector ambulante (que es quizá el reducto más resistente de la economía por su naturaleza semilegal) cerró sus puertas.

Otros sectores como el turístico fueron arrasados en apenas una semana. Se van a requerir pelotas para visitar este país después de lo que ha sucedido.

Gobernantes bajo más presión: Estas son las horas en las que el gobierno federal tendrá que validar la capacidad de sus funcionarios; algunos apenas llegando al puesto (Juan Molinar en SCT), otros sin más capacitación que su lealtad al presidente (como Javier Lozano en la Secretaría del Trabajo) y otros que habían navegado en el confortable anonimato (Ernesto Cordero en la Secretaría de Desarrollo Social). El Secretario de Salud ha tenido que soportar sobre sus hombros la carga de la crisis más grave del sexenio sin más armas ni apoyo que el de su propia gente y recursos. Apenas esta semana otros miembros del gabinete han comenzado a aparecer para decir sus díceres y el mismo presidente apenas hace un par de días se hizo presente en la escena.

Eso se nota. Obligado a dar conferencias de prensa incesantes el Secretario de Salud aparece fatigado, molesto, tenso. Ha tenido que hacerla de pararrayos de la ira pública, de la enorme ignorancia de quienes deshonran el oficio periodístico para preguntar idioteces y de las condiciones naturales de una emergencia para la que, creo yo, ninguna nación está totalmente preparada.

Y eso lo digo porque se piensa (como buena nación nacida en el autoritarismo) que el gobierno tiene planes detallados de qué hacer en cada minuto de la crisis. Después de haber leído los manuales de la OMS sobre lo que se debe hacer en casos de emergencia, me queda claro que no se dice bien a bien qué hacer. Pero es natural, por lo que se ha visto estas situaciones son impredecibles y dictar normas estrictas las vuelve vulnerables ante la incertidumbre.

Es lo que tengo por el momento.

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