Escribo en corto: esto que pasó apenas antier (el que cientos de miles de mexicanos hayan decidido dejar la barbacoa y el soccer por caminar bajo el quemante sol chilango de primavera) me dice algo elocuente: Fox le ha cagado el palo a muchos chilangos (al menos de acuerdo a lo que veo con mis ojos), ha despertado la ira de otros tantos y al menos hay algo seguro: el PRD ya tiene asegurado el boleto para otro sexenio más en el gobierno del Distrito Federal. La verdad me compadezco desde ya por los candidatos que el PAN y el PRI postularán para la jefatura de gobierno; preveo muchas humillaciones y malos ratos para ellos, así como una goleada en las elecciones.
Por supuesto que hubo acarreados (eran evidentes por sus playeras uniformadas y las banderas prediseñadas), pero hubo algo más elocuente: el torrente de personas que solas, con sus familias o con algunos cuates quienes salieron a la calle armados de sus ropas claras (reminiscencia de la marcha del año pasado) y armados de una cartulina y un plumón se dieron a la tarea de expresar su desacuerdo contra el Peje; pero algo más: su decepción y su cansancio por un gobierno federal que a base de frivolidades, derrapadas e inconsistencias exasperó a la gente. El desafuero es motivo de vociferación, no por lo que signifique en realidad, sino como cristalización de la frustración y la impotencia de ver cómo Vicente Fox se aleja de la realidad paulatinamente, cayendo en los abismos de la divagación y la ineficiencia.
Sin embargo, el que cientos de miles hayan salido a la calle no significa que la mayoría de la gente esté en contra del desafuero y a favor de AMLO. Este millón (en el mejor de los panoramas) es sólo una fracción del total de electores: la tarea que el Peje (candidato de facto) deberá asumir es remontar entre esa mayoría callada que vio pasar la marcha por televisión pero que decidió que era aún más importante la barbacoa y el soccer que la democracia.
El discurso del Peje en el Zócalo: muy emotivo, poco sustancial (ofrece una purificación ritual y absoluta del país sin especificar cuantas limpias y exorcismos le llevará a cabo la magna tarea), pero políticamente redituable. He aquí a un hombre que con unas frases que alebrestan al personal (no al desafuero, la canallada, no nos vamos a dejar) y que sabiamente aprovechan la empatía del alma mexicana con los martirologios y las causas justas: desde Chucho el Roto hasta Emiliano Zapata, ha logrado arrinconar al gobierno federal que, para no perder la sana costubre, sigue entregada a los jaleos estériles, las acciones irracionales e irrisorias (esta racha de conferencias de prensa del vocero de la Presidencia son verdaderalemte lastimosas) y abandonado a una frustración que lo hace dar trastada tras trastada.
Sin embargo, hay puntos flacos en la estrategia del Peje y aquí les va uno. La denuncia que AMLO hace del salinismo es inclemente y permanente pero, ¿quién es el único que tiene un salinista de larga data a su mano diestra? No es por cierto Fox ni Martita; Manuel Camacho, ex Regente de la ciudad, ex secretario de estado y ex enviado especial de Salinas a Chiapas es en estos días legislador bajo la bandera del PRD y se ha asumido la tarea (junto con otra ave de aquellos pantanos como lo fue Marcelo Ebrard) de armar a las masas necesarias para que AMLO quede bien arropado de aquí a lo que vaya a pasar.
Una última: Porfirio Muñoz Ledo será un excelente analista político y un operador de primera que no se puede desechar nomás porque sí, pero me queda claro que su chamba la tendrá que ejercer detrás del trono (y quizá metido en un armario). Las mentadas de madre y las pedradas a su persona no son gratuitas: camaleón político pasó del PRI (en cuyo régimen fungió como Secretario de Educación y delfín de Luis Echeverría), por el PRD (al que despreció cuando percatose de que el rey viejo Cárdenas no se iba a mover de su feudo), por el PARM (partido al que le hizo la caridad de usarlo como lanzadera política y rematarlo al abandonarlo pocas semanas antes de la elección), por el foxismo (que lo mandó por unos añitos a Bruselas como embajador para que no molestara con sus impertinentes observaciones al gabinete Montessori) y ahora por el lopezobradorismo. Bien lo dice AMLO, la gente no es tonta y se acuerda de todas estas metamorfosis de Muñoz Ledo y por ende le han hecho saber que, al menos en público, no es bien visto.
Segimos luego
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