Lo que son las cosas, el periódico Crónica (especializado en sacarle a diario sus trapitos al sol al Peje y sus coequiperos) saca en la edición de ayer martes el balconeo de que el jefe de gobierno es adicto a los trajes de diseñadorm, a los relojes de cristal de zafiro y a las chamarritas Scappino. Viniendo de donde viene el cebollazo, nadie se puso a reparar si era cierto lo que se señalaba; pues resulta que sí, que el Peje es adicto a los trapos caros y los accesorios brillosos, aunque cabe aclarar que las cantidades en nada se comparan con los empleados por otros funcionarios en spas, maniquiur y pediquiur. Sin embargo esto me trae a colación la leyenda de un dirigente sindical que proletariamente aparecía con la misma combinación revolucionaria (pantalón de vestir y chamarra de cuero), pues resultó que al final alguien (me supongo que en una bacanal sindical) se percató de que tenía docenas de chamarras y pantalones iguales en el clóset.
Es lo malo de las posturas inflexibles, el mismo ser humano las rechaza y luego tienen que andar metiendo reversa en formas vergonzosas.
Pero este no es el asunto.
Lo que yo quiero comentar en esta ocasión es al tino magistral de la casa presidencial para meterse gratis en problemas y escándalos. Ahora, sin medir las consecuencias (a mi juicio suicidas) del acto, Marta Sahagún Jiménez demanda por daño moral, ni más ni menos que a la revista Proceso por haber publicado secciones del libro Crónicas Malditas desde un México Desolado.
Pero desmenucemos la cosa primero. Desde que vi el libro me causó muy mala espina; el que dicho texto traiga en la portada la foto de la autora denota algo que a juicio del Maestro (así con mayúsculas) Ryszard Kapuscinski es inaceptable: el periodista no puede ponerse por delante de su trabajo. Pero bueno, está en su derecho. Leyendo los extractos (lo siento, no he encontrado un Sanborns donde lo pueda leer gratis) publicados en Reforma y Proceso la Sra. Wornat hace acusaciones fuertes, muy fuertes, extremadamente graves. Denuncia cosas que van de lo estrambótico (la afición de la esposa del presidente por gurús y el toloache) a lo criminal (malos manejos y enriquecimiento inexplicable de los hijos que la primera dama tuvo con su primer esposo, un señor apellidado Bribiesca).
Sin embargo, lo que me parece muy cuestionable es que no hay documentos ni fuentes citables que sustenten las acusaciones. Todo sucede entre fuentes que solicitan el anonimato y la recurrencia de expresiones vaguísimas como "se dice", "me comentaron", "es conocido que", que ante los ojos de cualquier periodista (y entre ellos me cuento por vivir de eso que le dicen periodismo) no pasa ni la prueba del añejo. La cosa es que la Sra. Wornat dedica buena parte de su libro (que no pasa sin volarle la cobija al Peje y a otros entes latinoamericanos) a arrojar acusaciones contra la familia del presidente sin tener datos que lo validen.
En su defensa la autora señala que dada la gravedad de las acusaciones, sus fuentes solicitaron de manera reiterada el anonimato. Como ella misma lo debe saber, esta es un arma que se usa exclusivamente en situaciones gravísimas y excepcionales (recalco esto último, excepcionales). Hacer que buena parte de la argumentación de un periodista gire alrededor de misteriosas versiones incomprobables le resta buena parte de credibilidad puesto que el texto nace con el "handicap" de no poder comprobarse en los hechos.
Ante este libro, la Sra. Marta respondió, como lo exige la tradición de Los Pinos de una manera extraña, primero cubriendo a sus vástagos con poderosa falda, lanzando comunicados de prensa con harta retórica en busca de la honradez y descalificando las mentiras en su contra. Hasta allí la cosa podría pensarse que tenía cierta lógica. Pese a que cubrir las espaldas de los hijos en entredicho podría verse como un posible abuso (amén de un acto del peor maternalismo mexicano) y a que tampoco exibió en primera instancia pruebas contundentes y documentales para fundamentar su defensa, la Sra. Marta procedió legalmente contra Olga Wornat y de bulto contra CISA Comunicación e Información, casa que edita la revista Proceso.
Extrañamente en lugar de limitarse a atacar las falsedades contenidas en el libro y a su autora (si lo que quería era limpiar fehacientemete su nombre), Marta optó por acusar a la revista de haber publicado un texto titulado Historia de una Anulación Sospechosa y que toca los entretelones de la anulación del matrimonio religioso entre Marta Sahagún y su primer esposo. Lo malo es que se eligió uno de los pocos textos de la Wornat que sí está basado en pruebas documentales.
Aún más, si la cosa hubiera sido sólo entre Wornat y Sahagún la cosa no pasaría de un juicio, escandaloso quizá, pero de consecuencias limitadas. Al haber atacado a la revista Proceso (que pese a las críticas, es una revista que sigue haciendo un periodismo duro y minucioso) se hizo de un enemigo que al menos lleva desde la década de 1970 peleando contra todo tipo de adversarios (presidentes incluidos).
Quizá animada por un espíritu justiciero, Marta y sus acólitos le arrojaron el guante a una empresa, que contrario a lo que hizo Wornat en su libro, tiene la capacidad de investigar exahustivamente por cielo mar y tierra hasta dejar en los huesos la información que le interesa. Sin dudar profetizo que la revista ahora hurgará, buscará y no parará hasta dar con TODA la información existente sobre Marta Sahagún, sus familiares y sus supuestos malos manejos y también profetizo que todo eso lo publicará de manera contundente. Aquí veremos de qué está hecha la honradez de la familia Sahagún.
Sin embargo, el uso de medias verdades en estos casos es como el disparo de la escopeta: puede que las municiones no le peguen por completo al blanco, pero es posible que le peguen a ciertas partes. De versiones periodísticas provenientes de medios serios y confiables han comenzado a asomarse inquietantes indicios: un avión usado consuetudinariamente por uno de los hijos de Marta hace su aparición en la escena, misteriosas residencias donde antes había casas modestas, una diputada del PAN (Tatiana Clouthier) que denuncia disposiciones a modo para favorecer el financiamiento del INFONAVIT a los negocios constructores de los vástagos Sahagún. Quizá no sea cierto lo del toloache, pero si el juicio avanza, de seguro que las hebras de corrupción y riqueza súbita que hoy se asoman como anomalías, mañana serán leña para acabar de incinerar la honra foxiana y de su señora esposa.
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